Extracto carta de nuestro Padre Fundador para la

VIGILIA DE LA JUVENTUD FEMENINA DEL ORATORIO MARIANO

COMENZANDO LOS PRIMEROS PASOS DEL PRIMER MILENIO

DE LA EVANGELIZACION DE AMERICA 23 DE OCTUBRE DE 1993

En esta celebración de los quinientos años de la Evangelización, vemos que la Madre no dejó de lado a Juan Carlos que sufrió políticamente en esa época del 73. En realidad, la misma celebración de los quinientos años trae recuerdos que son dolorosos para América Latina.

Dicen nuestros obispos en su carta para esta celebración:

«Como ha dicho el Santo Padre, «la primera siembra de la Palabra de Vida» en el Continente Latinoamericano se realizó «entre luces y sombras, más luces que sombras, si pensamos en los frutos duraderos de fe y vida cristiana» que allí se están dando. Así pues, «lo que la Iglesia se dispone a celebrar es la Evangelización: la llegada y proclamación de la fe y mensaje de Jesús,  la implantación y desarrollo de la Iglesia; realidades espléndidas y permanentes que no se pueden negar o infravalorar» («Id…» nº 9).

En la vida de Juan Carlos hubo mucho dolor pero también por medio de su autoeducación, bien implementada con grados, reuniones, ADP, bitácoras etc., se produjo un proceso de serena alegría.

 En la prédica del 29 de junio pasado, en el Oratorio Central, les dije: «También vemos acá la fotografía de Juan Carlos Pacheco, un joven que sufrió mucho; estuvo en el Estadio Nacional, en tiempos en que ese lugar deportivo de los chilenos fue una gran cárcel política.

Por las cosas que pasaban ahí, podría haber quedado lleno de odio, marcado por un signo indeleble de indignación, por la falta de respeto a los derechos humanos. Posiblemente puede haber visto algunas cosas terribles con sus propios ojos o al menos presentido. Eran compañeros de él y posiblemente podría haberle ocurrido a él mismo. Suele suceder que las personas que pasan por estas experiencias quedan con muchos complejos. Sucede esto por haber visto tanto sufrimiento ocasionado por los mismos hombres y haber pasado tanto miedo.  Años después de estas terribles experiencias, como una pesadilla, pudo despercudirse de ese síndrome por medio de la autoeducación del Oratorio Mariano. Conocimos a un Juan Carlos bondadoso, lleno de alegría, que en etapas posteriores de su vida, iba a llegar a aspirar seriamente a la santidad. Lo guiaban espiritualmente personas del Oratorio de la rama de matrimonios. Conservo algunos escritos de él y se ve claramente que buscó la santidad. ¿Quién ha hecho esto, sino es la Madre del Oratorio?»

(Préd. 29 jun 92 nº 14).                   

 Bernardita fue miembro de la Rama de matrimonios en Santiago. Falleció el 7 de abril de 1983 de leucemia. Su gran testamento fue la frase:

“Hemos descubierto que el sufrimiento redime”

Fue heroica en su entrega; en dos oportunidades los médicos en España la presionaron mucho para que se hiciera un aborto por motivos terapéuticos. En ninguna de las dos ocasiones se dejó arrastrar. Bernardita Correa es una esposa que nos dio testimonio de la alegría, que el Espíritu Santo da a los que se dejan tocar por El, incluso ante el peligro de muerte. Ofreció todos sus sufrimientos por el cambio de vida de un familiar.

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RUBÉN CÁRCAMO, CORAZON VALIENTE

P. JOSÉ MIGUEL CURUTCHET G.

 ORATORIO MARIANO

 AÑO 2016, AÑO DE LA CONONIZACIÓN DE JOSÉ SÁNCHEZ DEL RÍO

Cuando Monseñor Pablo Lizama, en ese entonces, Obispo de la diócesis de Melipilla y secretario de la Conferencia Episcopal Chilena para la celebración de Jubileo presentó el libro de los “Cristianos Ejemplares” chilenos, no escatimó elogios a figuras emblemáticas de nuestra patria. Entre ellos, “grandes” entre los grandes, Mario Hiriart Pulido, etc.

De pronto, queriendo mostrar la inmensa variedad de la Obra de Dios, nombró a un niño de 15 años, Rubén Gustavo Cárcamo Mundaca, nacido en un pueblito en el Sur de Chile, Liquiñe.  Sí, también puede Dios suscitar una vocación a la santidad en un pueblo perdido en las montañas y …. en un niño

Su reseña, en el libro de los “Cristianos ejemplares”, comienza así:

“Aún cuando, ya se encontraba próximo a abandonar este mundo debido al sarcoma (cáncer) que lo aquejaba, Rubén Gustavo de tan sólo 15 años seguía entonando con alegría su cántico de alabanza favorito titulado “Sí, Madre mías, Sí”. A pesar de estar postrado, desfalleciente y sin poder siquiera alimentarse, todos los domingos esperaba con entusiasmo recibir el Cuerpo de Cristo a través de la Comunión. “Esto lo hacía sentirse muy bien”, recordó su mamá Elisa, quien fue testigo de cómo este joven fue debilitándose día a día, sin quejarse jamás por la enfermedad que le quitó las energías y la vida.”

En estas pocas palabras está consignada la vida de nuestro pequeño capitán, que sólo a los 15 años estaba tocando los sones de la gloria del cielo.

UN “MES DE MARIA” …  Y MÁS

El folleto del Mes de María del año 2002, escrito por el P. Benito Spoletini, nos trajo la grata sorpresa que apareciera la biografía de Rubén Cárcamo:

“Nos acompaña hoy un muchacho, poco más que adolescente, Rubén Gustavo Cárcamo Mundaca (1970 – 1985), que en la escuela de la Virgen María aprendió a decir: “Sí, Madre, sí”, ante el dolor tan fuerte y prolongado, asumido con entrega admirable. Conoció tempranamente el Movimiento del Oratorio Mariano, fundado por el padre Sergio Mena, al cual se integró con entusiasmo, en la localidad cordillerana de Liquiñe. Tuvo una niñez normal, destacándose por su solidaridad con los amigos y su sensibilidad ante ciertas situaciones delicadas.  A los 13 años comenzó su calvario que se fue dando en más de un hospital, impresionando a los mismos médicos por su entereza ante estas pruebas. Tomaba mucha fuerza de la comunión que recibía con gran alegría todos los domingos.

“Mucha paz y fuerza interior”, según sus mismas palabras, recibía de la conversación con religiosos y sacerdotes, cosa que recomendaba también a sus compañeros de hospital, deprimidos por la enfermedad.  Su mamá recuerda que estas conversaciones con los sacerdotes y religiosos que lo visitaban, lo ayudaron a crecer en su fe a Dios y en la Virgen. En los días en que se sentía mejor, pedía que lo sacaran afuera y hasta jugaba a la pelota, con otros chicos, apoyado en sus muletas. Incluso cuando su vida se iba apagando, conservó su ánimo afable, a pesar de una fuerte crisis que le sobrevino. Ofreció sus dolores por su familia “para que reinara en ella la unidad y el amor. Y para que hubiera más vocaciones sacerdotales, religiosas y de laicos con mayor compromiso”. Volvió a la Casa del Padre Dios el 21 de noviembre de 1985, día de la presentación de María en el Templo y en pleno Mes de María. Delicadezas de la Madre para con este su hijo predilecto.”

¿Quién es este Rubencito que es nombrado desde un Obispo hasta un sacerdote, que teniendo en vista el libro de los cristianos ejemplares, se decide por Rubencito, para incluirlo en sus meditaciones del Mes de María?

Es que nuestra Madre va mostrando a quiénes Ella quiere. No hay más explicación.

SU FAMILIA

Rubén Gustavo Cárcamo Mundaca, nació en Valdivia, una ciudad al Sur de Chile, el 20 de marzo de 1970. Falleció en Liquiñe (Provincia de  Valdivia), el 21 de noviembre de 1985. Sus padres son: Don Guido Cárcamo (fallecido en abril de 1999) y la Sra. Elisa Mundaca Stabernol; sus hermanos son: Guido Amadeo, Ivonne Alejandra, Elisa Elena, Néstor Bernardo, Ivette Oriana. Rubencito era el quinto de los hermanos.

SU NIÑEZ: HASTA LOS 12 AÑOS

Como hijo de padres católicos, fue bautizado a la edad de 1 año y 8 meses, en la localidad de Lican-Ray por el Padre Amadeo Luco Carrier, padrino de su hermano mayor Guido Amadeo y muy cercano a la familia, ya que les unía una sólida amistad.

Rubén vivió siempre en Liquiñe. Malo para el estudio. Su hermana, la “Gringa”, que era muy estudiosa, le hacía las tareas. La verdad es que en Rubén todo era actividad. Le gustaba hacer deporte. Lo mismo, era bueno para los negocios.

Su vida transcurría normalmente, asistía a clases de manera regular, era bastante travieso  y osado, también mal genio; pero al mismo tiempo muy solidario con sus amigos y muy susceptible  ante ciertas situaciones, ya que se emocionaba con mucha facilidad. Cuando estaba así, tartamudeaba. Era muy tímido.

A los 12 años hizo  su Primera Comunión en Liquiñe, perteneciendo ya al Oratorio Mariano, dirigido por la Religiosa Sor Verónica Henríquez, quien  fue  su profesora en años anteriores y siguió ligada a él durante su enfermedad, brindándole ánimo y apoyo espiritual. Ella misma nos cuenta que ese día parecía un “angelito”. Prácticamente toda la Escuela pertenecía al Oratorio Mariano. Se hicieron varios campamentos, especialmente en Coñaripe.

SU ENFERMEDAD

En mayo de 1983 empezará el Calvario de Rubén. Será largo y profundo, pero Dios se las arreglará para hacer madurar a su hijo, para la vida eterna.

Llendo a la Escuela sintió los primeros dolores a su rodilla. Como no era mucho, al llegar a la casa se aplicaba calor y el dolor pasaba. Esta situación se repitió muchas veces. Un día, en la Escuela, dijo: “hoy si que no soy capaz de hacer gimnasia”. Desde allí empieza a cojear. Nos cuenta sor Verónica que la última vez que lo vio en la Escuela estaba apoyado en una pared.  “¿Por qué no juegas?”, le preguntó. “¡No puedo! Tengo tanto dolor en la rodilla”, le respondió el niño. A los pocos días ella visita la familia para preguntar por qué el niño no va a clases.

Ella misma estaba muy preocupada. Lo recuerda como un joven que le gustaba ir a la Escuela, muy querido por todos los niños en la Escuela.

Más o menos en julio de 1983, don Guido tiene un viaje a Temuco. Aprovecha de llevar a su hijo. Los primeros exámenes se hacen en el hospital. Después en la Clínica, nuevos exámenes. Es allí donde su hermana Ivonne manda una carta a sus padres, por medio del autobus. Desgraciadamente se ha extraviado la carta, pero empezaba más o menos así:

Mamá, lo de Rubén no es tan sencillo ……”

El resultado era terriblemente duro: tumor maligno, llamado sarcoma. Empiezan los dolores insoportables en su rodilla derecha. Se le trata con calmantes y don Guido lo trae nuevamente para la casa. Rubén quiso venirse. El hecho de estar con calmantes le quitaba el dolor.

En agosto de 1983 es llevado a Villarrica, esta vez al doctor Negroni. Da un diagnóstico equivocado. Dice que a Rubén sólo le faltan vitaminas y calcio. Lógicamente que esta noticia es un gran alivio para todos. Rubén vuelve a casa, pero ….  ocurre algo inesperado y durísimo.  A los tres días se da un resbalón en su casa y se quiebra la rodilla.

El 20 de agosto de 1983 es hospitalizado en Valdivia. El doctor Foradori, después de dos biopsias, da el diagnóstico: el niño tiene un tumor. La única posibilidad de sobrevida es una operación para amputar la pierna.

Terminó afirmando: “no doy ninguna esperanza”.

La mamá llora desconsolada: “Si fuera hijo suyo, doctor, ¿qué haría Ud.?”

Le responde escuetamente el doctor: “Ya lo tendría operado”.

Nuevamente, la mamá: “¿Qué significa operado?”

El doctor responde resuelto: “amputada la pierna”.

“Si me decido a operarlo, lo traigo el lunes”, le dice la mamá.

Lo único que dice el doctor es la urgencia del momento: “no se deje porque esto es muy grave. El niño no tiene ninguna posibilidad, se va a ir dentro del año. Si quiere, llévelo a Estados Unidos, pero no tiene remedio. Operarlo es sólo una sobrevida que se le va a dar.”

La verdad es que tenía la rodilla horrible, como una pelota de fútbol.

Pasa septiembre en Liquiñe, junto a su familia. Sólo tiene dolores y gritos. Los calmantes son su alivio.

En ese estado, es lógico, empieza a sopesar su situación. Al ver cómo todos los niños jugaban, un día le dice a su mamá: “Mamá, yo nunca más voy a andar como andan los otros chicos”. La madre le responde: “No, hijo, te vas a sanar”. “No, mamá”. A tan corta edad podía intuir su calvario. No era fácil, para un niño tan activo como él, acostumbrado a vivir la vida tan intensamente. Después se resignó.

El 20 de septiembre viaja a Santiago. Es enviado al Hospital Calvo Mackenna, donde queda hospitalizado inmediatamente. De ahí empieza una costumbre muy loable, que se repetirá una y otra vez. Este niño de 13 años, venido de las lejanías de Liquiñe, pide un sacerdote. Se lo traerán al día siguiente, el domingo. La Sra. Margarett Hilgers es jefe de las tías del Hospital. Ella nos cuenta que le impresionó mucho ver a Rubén. El porte de su rodilla era como de una pelota de fútbol.

El 30 de septiembre se hace el diagnóstico de la biopsia: Osteosarcoma. Hay que operar rápidamente. Nos cuenta su mamá:

 “Al comunicarle al niño la necesidad de dicha operación, personalmente por el Doctor Del Pozo, éste quedó asombrado ante la increíble  reacción de Rubén, ya que le dijo: “Opéreme Doctor, es mi mamá la que se opone”,- a lo que él respondió:  ¡… te felicito  hijo por tu gran fortaleza y valentía!”

El tiempo corre rápido, el 7 de octubre es operado en la cadera. Se le amputa la pierna. No es un corte, sino la pierna completa, es decir, desarticulación de cadera. Al despertar de la anestesia, su mamá le pregunta: “¿Cómo fue tu operación? ¿Cómo te sentiste al despertar?” “Muy feliz -le responde el niño- porque voy a poder moverme,” Ya la enfermera le había advertido la noche anterior a la amputación: “su hijo nos hizo pasar harto susto esta noche.”

 

El 17 de noviembre empieza la quimioterapia. Será un largo proceso que le obligará a viajar a Santiago cada 3 semanas durante un largo año completo. Será, también, un tiempo de gracia para él y para el Hospital, que verá llegar a este niño sureño cada 3 semanas a hacer el bien entre los demás niños enfermos. Se le hace una pierna ortopédica y ejercicios de rehabilitación.

El Año Nuevo lo encuentra nuevamente en Liquiñe, junto a su familia y la inmensidad de la naturaleza del lugar, con sus grandes montañas, bañadas en cascadas y vestidas de bosques. Ya cuenta con su prótesis, aunque nunca la va a querer. En realidad, su naturaleza tan inquieta se rebelaba contra esa pierna ortopédica, tan pesada e incómoda. Para él, era más fácil jugar a la pelota con sus rústicas muletas de madera a esa sofisticada y pesada prótesis. No sólo eso, sino que andaba a caballo y hasta bailaba cueca (baile nacional de Chile), atajando a su compañera de baile con la muleta. Una vez que fueron al campo de paseo quiso conducir el carro … y lo hizo, con una pierna.

Era tremendamente activo, hiperquinético y medio tartamudo. Se levantaba temprano, aún en medio de su tratamiento de quimioterapia. Acompañaba mucho a su papá. Generoso al extremo. Regalaba su ropa y daba de comer a los necesitados. Cuando todavía estaba en la Escuela traía niños a almorzar. Un niño religioso, especialmente en la participación del mes de María. Todo ese año 1984 se le ve bien, a pesar de sus muletas.

Él daba fuerzas a todos, especialmente a su papá, que lloraba constantemente: “¿por qué le pasa esto a mi hijo?”.

Ese 1° de enero de 1984 van de paseo, a nadar a Puerto Fuy. Disfrutó muchísimo. Se tomaba de un bote y jugaba en el agua. Ya le había dicho a su mamá: “¡Nunca más voy a poder nadar!” Después le compraron un bote inflable, para que fuera al río. Será su gran oportunidad para seguir gozando de su naturaleza inquieta y traviesa.

Ese año 1984 resistió la quimioterapia. Muchas veces tenía vómitos, después lo superó. Creció más o menos a 1,80 mts. Su mamá nos lo narra así:

Durante el año de quimioterapia, Rubén demostró mucha valentía, aceptando su enfermedad en forma muy madura. Cuando llegaba a Liquiñe, lo esperaban sus amigos y vecinos, comentándole anécdotas que habían ocurrido en su ausencia y a su vez él les contaba algunas experiencias vividas en sus tan frecuentes viajes. Su optimismo era tan admirable, ya que siempre decía: “¿Quieren ver un chico con una pata y pelado?… Ese soy yo”.

 Cada vez que recibía la Santa Comunión se sentía renovado, atribuyendo  una de sus crisis al no haberla recibido.”

Rubén se agiganta. Ese año empieza un apostolado importante, aunque humilde y abnegado.  Muchas veces doctores y enfermeras, al llegar al Hospital, le indicaban cuáles niños necesitaban de su apoyo espiritual. El gran consejo que daba Rubén era:

“tienes que conversar con un sacerdote. Es lo más importante y a uno lo hace sentirse bien.”

El mismo lo practicaba. Todas las enfermeras lo sabían, que cuando llegaba Rubén había que conseguirle un sacerdote.

Es más, ese año los niños de la unidad de oncología pudieron tener Primeras Comuniones. Muchos niños imitaban a Rubén. Su fe maduraba a pasos agigantados, bajo el crisol del sufrimiento.

Todo iba bien. Sin embargo, el mismo día en que terminaba su tratamiento y , se suponía, quedaba sano,  el médico de turno dice que le falta un exámen. Lo vería a la mañana siguiente. Este exámen da como resultado metástasis en el pulmón. El cáncer había pasado al pulmón.

Nos relata su mamá:

 “Cuando se suponía que el tratamiento llegaba  a  su  fin, al cabo de 1 año, un  último examen  dio como resultado  una nueva operación, ahora pulmonar. Me fui a casa muy deprimida y al llegar nuevamente a la mañana  siguiente, Rubén me dice: “Autoricé  mi operación  al pulmón”, como siempre muy tranquilo.”

 Es operado, sin grandes resultados. Así lo vió su madre:

 “Después de esta intervención, su organismo ya no reaccionaba tan positivamente y tras varios días en la UTI, se le diagnosticó un tumor cerebral, siendo desahuciado por la medicina. Un grupo de médicos me comunicó que ya no había nada que hacer. Lo retiré, con un diagnóstico de 2 a 3 meses de vida.”

 El sábado 3 de noviembre llega la Sra. Elisa al Hospital. Rubén estaba en la UTI (Unidad de Tratamiento Intensivo), muy grave. Justo van saliendo las Damas de Verde del Banco de Sangre. Le dicen que necesitan sangre para el niño. La Sra. Elisa les dice que ella ya dio sangre para su hijo. “No, necesitamos sangre fresca, ahora, para plaquetas”. Lo dejan verlo un minuto. Rubén estaba lleno de tubos, amarrado. Había tenido una crisis. Era impresionante verlo así. La mamá se queda afuera un ratito y llora amargamente. Va donde las Damas de Café. La atiende la Sra. Patricia Catalán. Llaman a varias radios, para que pasen el aviso. No consiguen nada. La Sra. Patricia, muy decidida dice: “vamos al canal de televisión, canal 13”. Llegan allí. Ella habla con los auspiciadores. Le dan permiso para ingresar al programa de Sabados Gigantes, de don Francisco. La Sra. Elisa no acepta entrar; estaba muy nerviosa. La Sra. Patricia entra sola. Don Francisco dice que “se necesita sangre para un niño de Villarrica. ¿Qué más necesitan para ese niño?” Le dice que sólo sangre. Cuando llegan al Hospital, como a los 15 minutos llega una Auxiliar y le dice: “estamos bien, llegó la sangre para Rubén”. Asi siempre fueron las cosas para Rubencito. Nunca se apartó la mano de la Divina Providencia.

Vuelve a casa. Rubén se nota muy delgado, abría poco los ojos, se le reventaban los vasos sanguíneos. Tenía los huesos de la columna marcados. Fue perdiendo la voz y la vista.

El 23 de diciembre, la familia organiza un paseo a las termas. Es domingo. Allí sufre una crisis de salud muy grande. Pierde el conocimiento, pero permanece semiconsciente. Al volver a la casa, atribuye su crisis a que no ha comulgado: “esto me pasó porque la monjita no me trajo la comunión.” Sor Constantina tuvo que traerle esa tarde la comunión.

En realidad, recibía la Comunión todos los domingos. Guillermina nos contará:

 “Muchas veces acompañaba a dar la Comunión a Rubén. Hubo un tiempo que Rubén se alimentaba casi sólo de la pura Comunión. Cuando la recibía era como que despertaba, inmediatamente se animaba.”

El P. Martín Donetch, que trabajó todo ese tiempo en Liquiñe como Hermano, también le visitó en varias oportunidades, especialmente para darle la Comunión.

El 15 de enero de 1985 es hospitalizado en Santiago para un reestudio. Diez días después vuelve a casa.  Finalmente ingresa por última vez al hospital el 6 de marzo.. El 13 de marzo vuelve a salir. Esta vez es la última. Está desahuciado. No volverá más a Santiago. El tumor ha crecido rápidamente, tanto que ya mide 10 cms.

Estaba grave. En el hospital afirman con seguridad que “ya no tiene remedio”. La Sra. Elisa decide llevárselo. Antes hay un pequeño diálogo entre el niño y una doctora: “¿por qué me duele tanto un ojo?”. La doctora contesta rápidamente: “porque te tienes que poner lentes”. Él se calla. Dirá después a su hermana Ivonne: “ésto no es verdad”.

Después, le dirá a Ivonne: “tengo que usar lentes, estoy corto de vista”. Pero lo decía delante de su mamá, para no preocuparla. Apenas se va la mamá le confiesa a su hermana: “yo estoy mal; tengo un tumor en la cabeza. Yo digo lo otro por mi mamá”.

Siempre trataba de agradar, especialmente a su mamá.

LOS ÚLTIMOS MESES

El 20 de marzo de 1985, lo vemos nuevamente en Liquiñe, celebrando su cumpleaños. Está muy mal de salud. Su mamá lo relata de la siguiente manera:

 “Al llegar a casa, se encontraba rodeado de amigos, celebrando sus 15 años, después de encontrarse varios días imposibilitado de moverse, pero consciente, tuvo un impulso, pidió sus muletas y dijo: “… Yo antes caminaba, ¿Porqué no puedo hacerlo ahora?” y lo logró. Lamentablemente esta mejoría duró sólo 15 días, después sufrió un mareo y un desvanecimiento, cayendo postrado en cama sin poder levantarse nunca mas.”

 Le quedan los últimos ocho meses de vida. Son meses muy duros, de intenso dolor. En este tiempo hay muchos recuerdos.  Tienen la huella del dolor.  Son muchos los ejemplos. Un día su hermana, la Coca, le dice que él la va a llevar a la Iglesia en su matrimonio. Le contesta que no, que no va a alcanzar.

En mayo de ese año 1985, don Pedro Sáez, practicante de Liquiñe, aconseja que Rubén vaya a hacerse exámenes al Hospital de Panguipulli. Rubencito dice categóricamente que “no”. “Si no me llevan a Santiago, no me llevan a ninguna parte”. Finalmente acepta ir. El médico le dice a la Sra. Elisa: “esto va a ser como un río; puede decaer en cualquier momento. Hay que estar preparados”. Le toman los exámenes. Pide jugo de naranjas. Finalmente se consiguen en el Hospital las naranjas y un vaso de leche. Llega la monjita y le dice: “¿qué más quieres?”. El niño pide “un sacerdote”. Vino el sacerdote. Se supone que después dormiría, pero él se empezó a convulsionar. A los pocos minutos estaba llena la sala de enfermeras y médico. El médico le dice a la Sra. Elisa: “¿Ves? Te dije que esto iba a ser así”. Ella le pregunta: “¿cuánto puede durar esto?” “Pueden ser horas, días”, contesta el médico. La Sra. Elisa le pide: “si es así, me lo llevo inmediatamente”. El médico le pregunta: “¿qué vas a hacer con él?”. “Lo mismo que le hacen aquí, cuidarlo”. El médico le pide que lo deje unas dos horas en observación. Entretanto llegó otro médico que le dijo: “tienes que conformarte, porque Dios sólo presta a los hijos y se los lleva cuando quiere.” Y agregó: “aunque no me creas, el niño está consciente de lo que está pasando, que tú estás aquí. Sólo que no se puede mover.”  Entonces la Sra. Elisa empieza a hablarle: “Rubén, si estás vivo, hazme alguna señal, cualquier cosita.” El niño apenas parpadea con un ojo. La mamá queda tranquila: “gracias a Dios mi hijo está vivo.” Después llega el practicante. También le dice a Rubencito que haga algo, pero el niño sigue inconsciente. La mamá nuevamente dice: “si es verdad, dame nuevamente la señal.”  El niño nuevamente hace una pequeña señal. A todo esto, la Sra. Elisa había mandado a buscar a don Guido. Como a las 20:30 Hrs., derrepente, Rubén abrió los ojos. “¿Qué me pasó mamá?” “No pasó nada; estabas durmiendo.” “No, mamá, yo escuché cómo la Ivonne (que también estaba allí) gritaba que tenía un ataque y tocaba el timbre.” Finalmente llegó don Guido y volvieron a casa.

Le gustaba una niña, la Jani. Siempre fue muy amigo de ella. La Jani también lo quería. Lo venía a ver. Se sentaban en el living. En julio o agosto, un día domingo ya no quiso verla. Cuando le avisan que ella está allí, contesta: “dile que estoy durmiendo”. Ella pasó, pero él no le habló.

Un día llegó también la señora del Pastor de la Iglesia Evangélica (no católica) del pueblo. Aceptó la visita, pero “que no me hable de su religión”.

Su cuñado le traía chocolates. Los guardaba.

En otra oportunidad le pasan un espejo. No pudo verse. Estaba casi ciego. Sin embargo, nunca se desesperó. Al contrario, tenía un secreto: su optimismo indómito, fruto de la unión a su Madre, María Santísima, que había aprendido a amar en el Oratorio Mariano. ¿Cómo lo expresaba? Dejemos que su mamá nos lo cuente:

 “Además hay que destacar que entre sus cantos y alabanzas favoritas estaba “Sí, Madre mía, sí”, la que cantaba con mucho entusiasmo aún en  el lecho de enfermo.”

Tomaba su pierna y se la ponía en el cuello. Cantaba fuerte el “Sí, Madre mía, sí”. Después será un murmullo, apenas perceptible. Sí,  en esa canción,  compuesta por nuestro Padre Fundador  en los comienzos del Oratorio Mariano, Rubén se ofrecía como víctima, al igual que Cristo, por la salvación de su prójimo. Ya lo veremos con más nitidéz.

Una mañana estaba bastante callado. En un momento pregunta a su mamá: “¿Te acuerdas de Laurita? ¿Sabes dónde está?”  “En su casa” – le responde la mamá. – “No”, afirma el niño. “Entonces en rehabilitación”, vuelve a aventurar la mamá. “No”, repite Rubén, y agrega: “murió. Yo también voy a morir, pero no tengo miedo.”  “Tú no vas a morir hijo”. “No, mamá, de esta enfermedad no se mejora nadie”.

Desde septiembre ya no recibe más visitas. Tenía una herida en el pie.

Una tarde tuvo ataques. Pedro Sáez, el practicante del pueblo le hace masajes. Era junio o julio (según P. Sergio es en abril) de ese último año de su vida, 1985. Al día siguiente viene el P. Sergio Mena, nuestro Padre Fundador. En ese tiempo tenía la atención pastoral de Liquiñe una vez al mes. Viajaba de San José de la Mariquina, en bus o camión, etc. para atender diligentemente ese lejano lugar.

Ese día Rubén había estado con ataques toda la noche. Su mamá manda llamar al padre Sergio. Rubén le recibe como si nunca hubiera estado enfermo. Hablan largamente, como 2 horas. El P. Sergio le cuenta la vida y el sacrificio de Bernardita Correa. El niño se entusiasma. Es un momento de gracia muy especial. Finalmente, el P. Sergio le propone ofrecer todos sus sufrimientos por 3 cosas: su pueblo, su familia y las vocaciones sacerdotales del Oratorio Mariano. El niño acepta.

Después de despedirse del padre Sergio, la Sra. Elisa está curiosa. Sin muchos rodeos pregunta a su hijo: “qué hablaste con el padre Mena? El niño responderá: “¡¡Son cosas de hombre, mamá !!“.  Ella no supo hasta después de su muerte que el niño había ofrecido su vida. Seguramente respondió así para no hacer sufrir a su mamá. Era muy difícil decirle que había ofrecido su vida.

El último tiempo no podía levantar la cabeza. Si se sentaba, la cabeza se le iba. Los últimos 15 días ya no comía, sólo recibía la Comunión.

El día de su muerte, jueves 21 de noviembre de 1985, pasó por casualidad por Liquiñe el P. Enrique Römer, párroco del lugar. Parece que había traído unos sacos de harina para el Internado de las Religiosas. No era común que él estuviera un día de semana en Liquiñe. Era la conducción divina, ya que Rubén pudo recibir el Sacramento de la Unción de los Enfermos y la Comunión. Esa mañana había amanecido muy mal. Su mamá llamó al sacerdote. Falleció a las horas después, a las 17:25 horas, en su lecho de enfermo, junto a su familia. Ese mismo día la mamá le había dicho: “hijo, Ud. se va a ir, pero no va a sufrir”. En realidad, estuvo consciente el rato antes morir.

La Madre Santísima le tendría preparadas otras sorpresas a este funeral. El domingo era el día de las Primeras Comuniones en el pueblo. Su funeral fue en la víspera de esta fiesta, el sábado 23 en la tarde. De alguna manera se unieron las dos ceremonias: la Eucaristía de funeral de Rubén antecedió la Eucaristía de las Primeras Comuniones de los niños de Liquiñe. ¿No había él mismo amado tanto a Jesús en la Eucaristía?

DESPUES DE SU MUERTE

Lentamente va creciendo el amor a Rubén,  especialmente en la Rama de Jóvenes del Movimiento. Lo han elegido como un gran ejemplo de vida a seguir..

La verdad es que siempre que han ido grupos de jóvenes a visitar su tumba, algo les ha ocurrido. Muchas veces dicen que han visto una “R” en el cielo, formada por las nubes, que abundantemente pasan por ese lugar de Chile.

Su familia también tiene algunos testimonios. Su mamá nos cuenta que ella tuvo un sueño, una vez que Rubén ya había fallecido. El sueño es el siguiente: “Voy al cementerio. Llevaba flores. Lo buscaba, pero no lo podía encontrar. Después Rubén le decía: “yo no estoy ahí”.

PALABRAS DE NUESTRO PADRE FUNDADOR

Rubén Cárcamo, apenas un niño que se asomaba a la adolescencia, fue captado por los grupos marianos de Liquiñe. ….

Con toda propiedad podemos decir que Rubén Cárcamo también está en el «equipo seleccionado» del Oratorio Mariano. ¿Cómo no vamos a sentirnos motivados por este adolescente, que fue un capitán de quince años, en las cosas del Reino?  Siguió conscientemente las huellas de Bernardita Correa; y ahondó más su entrega incluso, porque ofreció directamente su vida por el Oratorio Mariano, las vocaciones de Hermanos y Padres Marianos.

En este tiempo de jubileo, con toda la Iglesia nos corresponderá vivenciar más profundamente las vidas de nuestros hermanos que nos han precedido en el camino. Ellos son indicadores de cómo debe ser la vida de un miembro de nuestra Familia. Rubén Cárcamo no fue más que un niño humilde y sencillo, del pequeño y lejano pueblito de Liquiñe, donde están las famosas termas. Rubén, que entregó libre y voluntariamente su vida a la Madre del Oratorio, por la gracia de Dios, se mantuvo intocado respecto a muchas formas de masificación que suelen afectar a los jóvenes. La enfermedad, en su caso, fue una escuela de santidad y pudo huir de las pasiones juveniles. Tanta conciencia tuvo de lo que él respondió cuando le pedí que aceptara ser víctima, como Bernardita Correa, que había descubierto que el dolor redime, que lo demuestra en su respuesta a su mamá. Después que salí de su habitación, llevando con emoción la respuesta de un pequeño santo de 15 años, su mamá le preguntó, de qué había hablado con el Padre Mena, y él respondió con una serenidad grandiosa: «cosas de hombre, Mamá»

Ha habido señales posteriores a su muerte que indican, que es un niño santo; de ninguna manera nos queremos adelantar al juicio que solo y en definitiva le corresponde dar a la Iglesia. Eso no quiere decir que haya que negar u ocultar ciertas manifestaciones y favores que Dios ha hecho por medio de él. Pero no es este el momento para traerlos aquí en forma exhaustiva, como correspondería, si se quiere ahondar en la materia.

Queridos Jóvenes del Oratorio: Es tiempo de ser SANTOS  de tomar en serio el llamado de nuestra Madre, de seguir el ejemplo de los valientes que dieron la fuerza al nacimiento de nuestro Oratorio. ¿Sin instrumentos de María acaso ´podremos ver el advenimiento de su Reino?… y la Gran Misión que hemos recibido queda sin realizarse. Vayan e incendien el mundo queridos jovenes del nuevo milenio, vayan y sean los que cambien la historia de una época que no es capaz de ofrecer en amor verdadero y la entrega héroica. ¡Sólo en  el amor de Cristo venceremos.! Centinelas del Nuevo Milenio.

¿SIGNOS SOBRENATURALES?

Ya hemos podido ver la efervesencia que ha producido la vida de Rubencito, tanto dentro del Oratorio Mariano como fuera de sus fronteras.

Un caso reciente ha ocurrido en el pueblo de San José de la Mariquina. Un niño del 6° Básico de la Escuela Santa Cruz, llamado Hans Villa tuvo un grave accidente. Fue a andar en bicicleta al cerro y chocó con un cerco. El golpe fue en pleno rostro, al punto de, literalmente, quedar con una parte de la nariz borrada, y todo el entorno destrozado. Quedó en la UCI de Valdivia, donde se decidió que debía operársele. Entre muchas cosas, apareció del riesgo de que quedara ciego, ya que tenía dañado el nervio óptico. Los mismos médicos aconsejaron a los papás que ellos ya no podían hacer más, así es que tenían que rezar.

El día de la operación, grande fue la sorpresa cuando los médicos ven que el niño mueve las pupilas. Esto en el mismo quirófano. A los tres días el niño estaba casi sano. Ya podía ver bien, la nariz requeriría sólo de una operación de rectificación. Se trató de hacer esa operación, pero nuevamente falló para dar preferencia a obreros de una celulosa, que tuvieron un gran accidente. Finalmente, desistieron de operar por el riesgo a una meningitis, con el consiguiente riesgo de vida. A los tres días estaba de alta en la casa.

El P. Clobert Suazo, párroco de San José de la Mariquina lo ha visitado y constatado este informe.

La Sra. Guillermina Torres, en ese entonces, Directora de esa Escuela en San José de la Mariquina, se ha encargado de ir contando la vida de Rubencito entre sus alumnos. Cuando se supo de este accidente, ella les pidió que rezarán a Rubencito por Hans. Incluso se anotó en la pizarra: “Rubencito acuerdate de Hans.” Ella atribuye esta inesperaba mejoría a la intercesión de Rubén.

Nosotros no queremos darle el carácter de milagro o adelantarnos a las directrices de la Iglesia. Pero tampoco podemos callar lo que está ocurriendo y que podría ser la voluntad de Dios de ir esclareciendo a este niño, que tanto amó la Eucaristía y a su Madre, la Santísima Virgen.

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DON OSCAR ACUÑA DIAZ, HERMANO OSCAR

 UNIDO EN EL CALIZ DEL PADRE INSTRUMENTO DE LA EVANGELIZACION

Querida familia del Oratorio Mariano:

1.- En la madrugada del lunes 27 de agosto estaba terminando la vida de un hombre que alcanzó a quedar conectado con nuestro Oratorio Mariano, don Oscar Acuña Díaz.

2.- Desde hace algún tiempo  antes de su enfermedad, se encontró varias veces con uno de nuestros hermanos de la comunidad, el Hermano Ernesto Martin. Don Oscar ha dado testimonio de lo importante que había sido para él, nuestro Oratorio.

3.- Dice así: «En mi enfermedad he tenido una experiencia maravillosa. He entendido mejor lo que es ser cristiano. Sobretodo me ha cambiado la vida; antes era un cristiano más, pero con todo lo que me ha pasado he conocido más profundamente la Iglesia; he conocido más profundamente quien es la Virgen, quien es Nuestro Patrón, el Señor Nuestro Dios. Yo no tomo en cuenta, lo dono, lo entrego».

4.- Todos nosotros andamos buscando nuestra felicidad, buscamos pasarlo bien, buscamos tener riquezas, buena salud, una situación económica y social pujante, nos gusta rodearnos de un ambiente que sea agradable. Pero es en el sufrimiento donde se prueba un hombre de Dios. Si observamos la Escritura vemos a san Pedro que reprende a Jesús cuando El ha avisado que tiene que subir a Jerusalén y va a sufrir mucho en manos de los ancianos y sacerdotes del templo; y finalmente  lo matarán (Mt 16,21). Entonces Pedro lo critica, al llevarlo y sacarlo fuera, le conversa en privado diciéndole: «Señor, no te puede pasar eso a ti». Pareciera ser este un acto de mucha amistad de san Pedro, un acto de cariño, un acto de preocupación personal. Pedro se presenta simpático, agradable de un sincero estar adherido a los intereses humanos del Señor Jesús. Pero eso le merece una gran reprimenda de parte de Cristo. «Apártate de mi Satanás porque me haces tropezar…» (Mt 16,23).

5.- Don Oscar Acuña se midió en el dolor. Tuvo un cáncer al hígado que le trajo muchos sufrimiento en los cuatro meses que duró su enfermedad. Estuvo en Santiago; en la soledad de su enfermedad, con sus horas largas e interminables de noche y de día; pudo enfrentar el sufrimiento con gran valentía cristiana.

     Jesús ha dicho en Mt 16,24: «El que quiera ser mi discípulo olvídese de sí mismo, tome su cruz y sígame». Por eso decía Don Oscar: «El sufrimiento que tengo yo ahora, no lo tomo en cuenta; ese sufrimiento se lo he entregado en manos del Patrón, en manos de la Santísima Virgen».

     El sufrimiento, aceptado auténticamente, es para el Oratorio Mariano, parte constitutiva de la 1º Piedra fundacional de nuestro Movimiento como aparece en la carta de la Semana Mariana 1990 (C.S.M.90.nº32)=

11 de Febrero de 1976: El Tercer Desafío como tercera piedra fundacional «el que quiera ser mi discípulo tome su cruz y me siga» (Mt 10,38; Lc 14,27; Mt 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23). «El día en que no haya nadie en el Oratorio que busque la cruz que Dios quiere mandarnos, pero que no la mandaría si no estamos dispuestos a pedirla, junto con la fuerza  y gracia para poder llevarla». Como se puede ver, don Oscar estuvo en esta línea del Oratorio, de alguna manera; aunque no debe haber alcanzado a vivenciarlo directamente, en conexión con el 11 de febrero de 1976.

6.- En una entrevista que le hice el día sábado anterior a su muerte nos cuenta:»Estoy dispuesto a ofrecer mis sufrimientos por todos especialmente por los Marianos. Que tengan hartas vocaciones ya que necesitan muchas más aún». Por eso me decía: «Padre no me preocupa para nada. Son dolores que puede tener cualquier ser humano, pero ya sanaré y la Virgen y Nuestro Señor me darán la fuerza para sanar. Siempre que El y Ella lo quieran que yo me sane. Si no quieren, no me importa, estoy preparado». Comparándose a los que antes han entregado su vida en el Oratorio: Bernardita Correa y Rubén Cárcamo, decía Don Oscar: «Si ellos han podido ¿por qué yo no?. Ellos dejaron el don de la vida, lo entregaron todo a la Iglesia, esto lo deja a uno muy preparado».

     Esta intensión nos situa a don Oscar, en la búsqueda práctica de la santidad. Es en esa línea donde el Oratorio ha querido plantearse, desde su 2ª piedra fundacional. Puede verse esto expresado en la Carta de la Semana Mariana 90 (C.S.M. 90 Nº31).

3 de Noviembre de 1972: Es el Segundo Desafío y la segunda piedra de fundación.

     Lo principal es en ésta obtener la gracia de la autosantificación y de la formación de santos y santas en nuestro Oratorio.

«El día que no haya ni una sola persona que quierea ser santa, entonces te pedimos que te vayas Madre de nuestro Oratorio». Sin este acto el Oratorio quedaría «trunco», sin poder avanzar por el camino de Jesucristo.

     La Madre nos dice: «Hagan todo lo que El les diga» (Jn 2,5). Jesús nos dice: «Sean perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto» (Mt 5,48); «Sean santos en toda su conducta» (1Pe 1,15). El Vaticano II nos enseña en Lumen Gentium Nº40: «Todos los fieles de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad; y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena».

     Indicios de virtudes heroicas hemos encontrado hasta ahora en Bernardita Correa y Rubén Cárcamo. Y otros más que de alguna u otra forma se les nota algo en esa dirección: También entrarían en este elenco. Entre «esos otros más» nos parece evidente que don Oscar ocupa un lugar.

7.- Como pueden ver mis queridos hermanos y hermanas del Oratorio, don Oscar es un ejemplo para nosotros. Aunque he conocido relativamente poco tiempo el Oratorio; alcanzó a dar solamente el Tercero y Segundo grado; nos lleva la delantera en su entrega completa y total a Nuestra Madre del Oratorio. Sin embargo, no podemos ser unilaterales y desconocer la importancia de muchas fuerzas espirituales que han ayudado a don Oscar. Durante treinta años de vida familiar con su señora y su hijo, ha estado presente la experiencia de vida cristiana, fue un hombre comprometido con su familia, con su Iglesia, con la gente que le rodeaba. con los derechos sindicales de sus compañeros de trabajo …. Don Oscar perteneció a los Cursillos de Cristiandad, de los que fue dirigente. Confesó que entre Cursillo de Cristiandad y Grupo Mariano, a él más lo formó el estar en los grupos Marianos. Eso no quiere decir que los Grupos Marianos sean mejores que los cursillos de Cristiandad. Solamente que la vocación de don Oscar se desarrolló más decisivamente en los Grupos Marianos, aunque fue muy importante en su vida el Cursillo de Cristiandad. No son cosas que se opongan, sino que se complementan. Pero, sí, es cierto que para él fue lo más importante.

     El llegó de alguna manera a estar conectado con las cuatro vertientes del Oratorio Mariano. (Cfr C.S.M. 90 nº17).

     Asumir el mundo del Oratorio, en profundidad significa unirse a las cuatro vertientes, sin que les falte ni una sola. Que estén vivas y llenas de efectividad en cada miembro del Oratorio. Si uno se separa de una o queda debilitada una de estas vertientes se va produciendo un lento, un paulatino debilitamiento.

8.- El dijo en la conversación:»Los Hermanos Marianos tienen una entrega total diaria, esta entrega es la que me falta todavía a mí y debo afinarme mucho más. Con los Marianos me ha cambiado totalmente mi vida; he conocido más profundamente quien es la Virgen, quien es el Patrón, Nuestro Dios. Por eso da testimonio: «He entendido mejor lo que es ser cristiano, he conocido la Iglesia». Toda nuestra Obra tiende visceralmente a esta inserción en la Iglesia, consciente y radicalmente buscada. Con respecto a la última piedra fundacional, podemos documentarnos en la Carta de la Semana Mariana (C.S.M. 90 nº15): «Ese día sentí que el puesto que me corresponde como fundador del Oratorio, debe quedar íntimamente ligado con el Santo Padre, el Papa, y por eso con la Cátedra de san Pedro. También se interesó por las futuras Hermanas Marianas del Oratorio. El les tenía mucho cariño a nuestras futuras Hermanas Marianas. Dijo en la entrevista: «Yo me acuerdo de ellas, rezo por las Hermanitas marianas que se están formando. Mi señora las estima mucho; así no están huérfanas de oración».

9.- Quería mucho a nuestros hermanos marianos de quienes dijo: «He visto como trabajan. Esto me llena y lo que puedo haber sufrido aunque es cierto, no me preocupa para nada». ¡Que maravilloso es un hombre de fe! Se preocupaba también de los Hermanos Marianos que se acercaban al sacerdocio, no sin dar su punto de vista, tienen que darse cuenta en lo que están metidos y comprometidos. Ser sacerdote no es decir, soy sacerdote, basta y sobra; no, eso no es un sacerdote perfecto. Tienen que ser comprometidos, comprometerse igual que el cristiano así como yo tengo que ser un laico comprometido».

     Estos compromisos no vienen de que el hombre ponga su confianza en sí mismo, sino son frutos de la fe con obras, que no está muerta. (Stgo. 2,17).

     En el Oratorio nosotros, desde un principio, hemos enseñado esto: Dios transopera y nosotros vamos leyendo las señalizaciones que El va dejando en las cosas que hace. Es el diálogo de Dios con el hombre. La Madre nos dio el ejemplo cuando por las palabras del Angel: «… ya está en el sexto mes del embarazo (Isabel)» sacó por conclusión que Dios debía querer que Ella fuera a visitarla, llevando su Hijo divino en su seno.

10.- Don Oscar se nutrio de un gran amor al Rosario, decía que el Santo Rosario era para él un don de vida: «Sin el rosario yo no hago nada. Lo tengo aquí me ayuda, infinitas gracias por él, es fantástico, aquí está». Y lo esgrimió triunfalmente en sus manos: «Esto lo llevo, lo rezo, lo llevo donde vaya, en un viaje va mi rosario en mi bolsillo. Sin rosario no se hacen las cosas bien». Dijo el Papa en La Serena: «Quiero recomendaros, de manera particular, el rezo del Rosario que es fuente de vida cristiana profunda. Procurad rezarlo a diario, solos o en familia repitiendo con gran fe esas oraciones fundamentales del Cristiano, que son El Padrenuestro, el Avemaría y el gloria. Meditad esas escenas de la vida de Jesús y de María, que nos recuerdan los misterios de gozo, dolor y gloria» (N.631). El Hno. Ernesto nos ha dicho que don Oscar solía decir que el Rosario era su arma de defensa («Es mi pistola»).

     La piedad mariana lleva a la piedad Eucarística; es una constatación de la Iglesia. (Cfr. Redemtoris Mater N.44).

Respecto a la Sagrada Eucaristía: «La comunión es volver a revivir de nuevo todos los días. Claro, se trata de revivir cuando me traen la Comunión. Me da el mayor impulso para seguir haciendo lo que estoy haciendo». Es prenda fehaciente de que las comunidades son auténticamente eclesiales cuando la Eucaristía es el centro de la vida  y la Comunión de sus miembros» (La Bandera N.92)

     «En estos momentos no hago nada, porque ya haré cosas, pero no para que se note, no para que digan, ¡ah!, Oscar Acuña. ¡No!. Haré cosas que correspondan a la Iglesia para que seamos mucho más grandes».

11.- Incluso don Oscar llegó a hacer una promesa de mantenerse unido al Oratorio después de la otra vida y nos dice así: «Indudablemente Padre, se lo prometo. Claro usted ni siquiera tiene necesidad de preguntarme. Yo le digo, el día que tenga que partir, no le tengo miedo a nada; esa fuerza me la ha dado el Oratorio, como me la ha dado la Santísima Virgen». Dice: «Ahora soy mariano, tengo una formación bien firme pero todo lo que a mí me ha pasado en dolor, en sufrimientos, en fracasos humanos, no lo tomo en cuenta. («Lo dono, lo entrego»).

12.- Otro testimonio más para los que van a ser sacerdotes: «No basta con decir: ¡Ah! ya soy sacerdote. He visto muchos sacerdotes, muchos pero algunos han fracasado y eso para nosotros, para la Santa Iglesia nos tira para abajo, es triste, muy triste». Pero un sacerdote que no se compromete no sirve para nada. ¿Para que se hizo sacerdote si no está comprometido con la Iglesia?. El Oratorio Mariano le pide y exige a sus sacerdotes que se pongan en la línea de un sacerdocio santo, abierta y claramente dirigido a asumir la cruz de los discípulos de Cristo. El sacerdote es otro Cristo (Alter Christus) y Cristo es sacerdote – victima.

     Nos enseña el Oratorio Mariano. (C.S.M. 90 N.33)

«Nosotros no queremos que se vaya la Madre del Oratorio. Por eso es que no podemos permitir que deje de haber al menos uno que pida la cruz en su vida. Esto es para que la Madre no se vaya y que esté actuando en el Oratorio.

     «Una cosa en muy cierta para nuestro Oratorio, y en esto no cedemos, la semilla que no muere se queda sola…»

     Nos enseña el Vaticano II: «Los cristianos estén dispuestos siempre  a dejarlo todo por Cristo y padecer persecución por la justicia, recordando las Palabras del Señor: «Si alguien quiere venir en pos de mí, tome su cruz y sígame» (Apostolican Actuositatem N.4).

13.- Mis queridos hermanos, tenemos todos que agradecer a Nuestra Santísima Madre, la Virgen, que una vez más, ha dado las gracias específicas del Oratorio en don Oscar. Ha sido por medio de las vertientes del Oratorio, El fundador, la Familia, representada especialmente por el Hno. Ernesto y otros miembros, que le hicieron tanto bien a don Oscar. Ahí se produjo el contacto de él con el Movimiento. Sintió el acogimiento que le daba la Madre Santísima, sintió la gracia que le fueron llenando y cambiando la vida, transformándolo en un hombre capaz de resistir valientemente sus dolores. Estos fueron muy grandes hasta el punto que llegaba a revolcarse, como nos ha dicho el Hno. Ernesto, testigo ocular de ello. Es un testimonio de lo que él vio en la enfermedad de don Oscar…

14.- El día sábado anterior a su muerte, el sábado 25 de agosto, tuve la conversación de donde he sacado las frases que les transmito a ustedes aquí.

     Es para que nos alegremos y nos confirme ver la obra que la Madre hizo en tan corto tiempo, cuatro meses, con un hombre que ya pertenecía a otros movimientos. Estos movimientos fueron: la Acción Cátolica, donde fue presidente por varios años y también estuvo como dirigente en los Cursillos de Cristiandad. Don Oscar Acuña al final de su vida  se ha inscrito en la Obra del Oratorio.

15.- Ha sido un gran testimonio del amor de la Madre ……………….. que ayuda a sufrir con paciencia llevando la cruz de cada día; negándose a sí mismo. De que le sirve al hombre buscar su vida, si ya sabemos que Jesús ha dicho: «El que busque su vida la perderá, en cambio el que entregue su vida , como lo ha hecho don Oscar, la encontrará. Porque de que le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma, ¿Cómo podrá rescatarla?».

16.- Ese día me acompañaban, el Hno. Ernesto y el Hno. Daniel. Estábamos a solas junto al lecho de su dolor. Hacia el final le hemos dado una bendición que tuvo más o menos los siguientes términos: «Ahora vamos a hacer un pacto entre todos nosotros, usted don Oscar es miembro del Oratorio Mariano para toda su vida y para toda la eternidad. Se trata de un Pacto mutuo de rezar por el Oratorio y el Oratorio rezar por usted. Vamos a estar unidos en la oración, en un pacto de confianza mutua. Nosotros vamos a confiar que usted le va a poner harto empeño en rogarle a Nuestra Madre por el Oratorio y nosotros vamos a mantenernos unidos a usted en la oración.

17.- Por la imposición de las manos sacerdotales, manos que Tu Señor has ungido, te rogamos, te pedimos de todo corazón por tu hijo don Oscar Acuña.

     Que Tu lo llenes de gracias a este Hermano nuestro, Hermano del Oratorio Mariano. Para que pongas tus signos de bondad, de tu cariño, para que lo cuides y si es posible lo sanes. Porque tu eres grande, porque tu eres inmenso, porque todo lo tienes en tus manos. Si es posible, que esta bendición signifique que se restablezca y esté entre nosotros por mucho tiempo haciendo el bien en el Oratorio, en la familia, de tantas partes, donde puedan necesitarlo. Que pueda, a partir de esta bendición, lograrse más y más su curación, Señor. Pero si son otros tus planes, tu sabes más Señor que es lo que conviene más. Al lado de nuestra Madre la Virgen te suplicamos por Jesucristo Nuestro Señor.

18.- Derrama amorosamente tu bendición sobre nuestro Hermano Oscar. Dale si es posible la salud, de todas maneras la salud del alma, la salud de espíritu. Que esté lleno de vida y de gracia si no es posible la salud del cuerpo. Tu sabes más que nosotros, sabes mejor que nosotros y derrama tu bendición en él, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

19.- Finalmente quisiera también decirles a mis queridos hermanos y hermanas que en esa oportunidad quedaron echados los fundamentos de la obra de los enfermos del Oratorio Mariano. Le dije: «Le voy a pedir a usted que ruegue también por los enfermos del Oratorio. Vamos a tener que formar una rama de enfermos que son lo más importantes de todos. El Oratorio Mariano necesita que la Madre se quede en el Oratorio Central y en los Oratorios unidos a esa gracia. Los enfermos son los más importantes para obtenerla porque ellos tienen una acción de colaboración salvífica inmensa, más importante que la de los que estamos sanos. Esto es así porque se parecen más a Jesús Crucificado. ¿Cuando redimió Jesús al mundo? ¿Cuando estaba haciendo milagros o cuando estaba arriba en la cruz?. Don Oscar contestó a estas preguntas: «En la cruz claro, exactamente. Fue el sufrimiento más grande, pero Jesús no lo consideró así, sino que se entregó no más».

20.- Pidamosle mis queridos hermanos a la Madre por el Hermano Oscar; por todas esas cosas que son imposibles, para que los sufrimientos que él tuvo ayuden delante de la Madre  a obtener esas «causas perdidas». Esos momentos que nos parecen que son imposibles que puedan suceder pero que no son imposible para Dios. Recuerden claramente lo que nos dijo el ángel en la escena de la Anunciación: «Para Dios no hay nada imposible» (Lc 1,37).

Fiesta de la Natividad de María Santísima :

8 de Septiembre de 1990

San José de la Mariquina

 

                   Padre Sergio Mena González.-

CARTA DE CORPUS CHRISTI

 Queridos hermanos:

                 Hoy es 15 de Junio y la Iglesia celebra la fiesta de Corpus Christi, la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo. Ha sido un día lluvioso y frío como todos los días anteriores, días que invitan a estar en casa escapando del frío. Hoy también hemos dado sepultura a un hermano nuestro, Daniel Huenchumilla. He quedado impresionado por la cantidad de gente que ha venido a la Misa, ¿quién era Daniel? Me han pedido que escriba algo sobre él y eso es lo que voy a tratar de hacer, no es fácil explicar las cosas que Dios hace con las personas.

BIENAVENTURADOS LOS POBRES…:

Decía que me impresionó sobremanera ver tanta gente en la misa de su funeral, gente de todo tipo y grupos sociales. ¿Quién era Daniel? Era el lechero del pueblo, sí, el que repartía la leche en tantas familias de San José. Un trabajo sin importancia, con su triciclo era característico verlo todos los días recorriendo las calles del pueblo. No tenía gran instrucción, un hombre común y corriente, con debilidades y con virtudes, nada a simple vista podría hacer creer lo que traía en su corazón. Cualquiera que no supiera a quien se estaba sepultando hubiera pensado que ese era una persona importante del pueblo. Sin embargo nuestros caminos son diferentes a los de Dios.

Cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntaron a Jesús sí era El que tenía que venir, Jesús les respondió: «Id y contad…los ciegos ven…y se anuncia a los pobres la buena Nueva.» (Mt.11,4-6). Daniel era precisamente de estos, de aquellos que sociológicamente no valen y no cuentan. Cuando lo conocí vivía en una rancha que se llovía por todos lados y que el viento se colaba por todas partes. La vida de Daniel podría haber sido muy distinta, pero algo empezó a pasar en él, algo que no se puede explicar con palabras, ya que son los misterios del alma que solo Dios puede conocer.

Para entender el mensaje del Evangelio hay que tener el espíritu de los pobres, y por eso que Daniel pudo captar lo mejor del Evangelio. Tenía fallas, no las podemos desconocer, pero sí podemos decir que hasta el final luchó por superarse a sí mismo.

PADRE, QUIERO SER BAUTIZADO:

Daniel tuvo una infancia difícil, nunca tuvo una formación religiosa de su familia, vivía junto con su esposa Verónica, pero un día se acercó y me dijo que quería ser bautizado. Fue grande mi sorpresa cuando me hizo esta petición, ya que normalmente cuando se es adulto cuesta dar este paso. No solanmente se bautizó, sino que ese mismo día se casó con Verónica por la Iglesia. Recuerdo muy bien ese día, hacia mucho frío y estaba lloviendo. sobre todo recuerdo la alegría de ellos en ese momento cuando se decían mutuamente Sí para siempre. Creo que desde ese día empezó en él un gran cambio. Poco después hizo su primera comunión y después se confirmó.

La vida de Daniel empezó a ser otra en todo sentido. En ese mismo tiempo logro obtener su propia casa, con mucho esfuerzo y trabajo tenía por fin un hogar digno y confortable. El mismo en más de una oportunidad me decía que la vida era distinta para él. El dinero que antes malgastaba con sus amigos ahora era para formar su hogar. Verónica era la más contenta con este cambio. Parece que los años de incertidumbre y de sufrimiento habían quedado atrás. Cuando se encuentra a Cristo, la vida es distinta.

Por este mismo tiempo Jaime Cares y Silvia Monsalvez quisieron formar un grupo de matrimonios, lo que ellos había experimentado en su propio grupo querían transmitirlos a otras parejas. Una de las primeras en aceptar esta invitación fueron Daniel y Verónica. Desde es momento empezó en Daniel otro proceso mucho más importante, comenzó a autoeducarse y plantearse por primera vez en su vida la posibilidad de ser una familia diferente. Se le abrieron las puertas de un mundo totalmente nuevo, que jamás hubiera pensado cuando vivía en esa rancha pasada por el viento y la lluvia. Junto a María en el Oratorio comenzaba un verdadero cambio. Quizás el no podría explicar lo que estaba pasando, pero lo sentía «estoy cambiando en nuevo ser, yo no sé lo que me está pasando …» Hermoso fue el día en que bendijimos su Oratorio familiar: «Madre, quédate en nuestro Oratorio..» Ahora si que la autoeducación empezaba a calar hondo en su vida. Todos los viernes junto al P. Clobert, Jaime y Silvia, sus asesores,y las otras parejas integrantes de su grupo (Marcos y Yasna, Edgardo y Eugenia) se juntaban en su casa para su reunión semanal. Sabemos que su vida no fue perfecta, cayó en el camino muchas veces, pero siempre estaba la firme voluntad de empezar de nuevo, volver a caminar, no valía la pena volver a lo de antes.

¿CUAL ES EL FIN DE NUESTRO GRUPO?:

No hace mucho tiempo me preguntaron ¿cuál era el fin de nuestro grupo? Creo que la vida de Daniel responde mejor que mis palabras. Nuestros grupos, nuestro movimiento quiere transformarse más y más en una puerta grande para que muchos puedan autoeducarse, especialmente los más pobres, los que están más lejos de la Iglesia en todo sentido. Para que muchos hombres y mujeres puedan conocer a Cristo por María, y conociéndolos a ellos puedan alcanzar la salvación.

Daniel llegó a Cristo por María en el Oratorio, fue su gran conquista y su gran lucha. Es un ejemplo para muchos que les cuesta las metas, es posible salir adelante aún con caídas y tropiezos, nuestra Madre siempre nos tiende la mano y nos saca adelante, eso se ve muy claro en Daniel. Es un signo de esperanza y de aliento para tantos que nos cuesta la autoeducación. Daniel no dejó de pedalear hasta el fin. Al acercarse la celebración de los 24 años del primer Desafío, quiera la Madre regalarnos aquí en San José muchos grupos marianos que busquen afanosamente la autoeducación que les permita alcanzar la plenitud de la vida en Cristo y María.

EL HOMBRE NO SE SALVA SI NO ES POR LA MUJER:

Esta frase que se aplica de un modo especial a María Santísima, ya que por su Sí no vino la salvación a todos los hombres, pero también se puede aplicar a tantas mujeres que en forma heroica logran que sus maridos se acerquen a Dios. No podíamos dejar de mencionar a Verónica, la esposa de Daniel. Creo no equivocarme al decir que en gran parte todo lo que fue pasando en Daniel se debe a ella. Una mujer sencilla, humilde, de muy pocas palabras, pero tan mujer, tan bien puesta en su lugar de esposa y madre. Todo lo que hacía Daniel era para ella, todo el trabajo de Daniel era para que Verónica y sus hijos no pasaran necesidad. Con cuanto cariño fue agrandando la casa, le compró muebles, la hizo más acogedora. En todo esto resalta la figura de Verónica que con su fe y su dulzura supo esperar el cambio de Daniel. Quizás otra en su lugar hubiera tirado todo por la borda, sin embargo ella estuvo fiel a su marido hasta el fin. Muchos varones tendrán que ser profundamente agradecidos de sus esposas ya que gracias a ellas han logrado alcanzar la vida plena que nos viene de Cristo por María.         

Verónica supo ser María, este sea quizás el secreto. El gran logro de María en el Oratorio es que muchas mujeres sean como Ella. Solo así muchos varones tendrán la dicha de la Vida Eterna.

LA CRUZ ESTA BIEN….PERO NUNCA TANTO:

Nuestros grupos de matrimonios aquí en San José últimamente han experimentado lo que es la cruz. Varios han experimentado en carne propia lo que es llevar la cruz, y no cualquier cruz, sino que una cruz bastante pesada. A veces hemos pensado que está bien, pero nunca tanto. Este es un gran misterio, que nos cuesta asimilar, es más tratamos de hacerle el quite. Pero no nos olvidemos que nuestro Oratorio está cimentado sobre la cruz. El 11 de febrero de 1976 la Madre aceptó nuestro desafío: «Quédate con nosotros, siempre y cuando haya alguno de nosotros que acepte la cruz, que quiera llevar la cruz.» Desde entonces son muchos los que han aceptado esta tarea, como Bernardita Correa, mientras se moría de cancer, en su dolor, mientras ofrecía sus sufrimientos por una persona para que cambiara, decía con toda sinceridad: «he descubierto que el sufrimiento redime». Así también nosotros, queremos aceptar la cruz, porque es parte de nuestra vida, pero por sobre todo porque nuestro sufrimiento redime. El sufrimiento y dolor que hemos experimentado en estos últimos tiempos redime y ayuda a que nosotros seamos mejores y también ayuda a que otros cambien. Hoy nuestra Madre nos dice: «No tengas miedo al dolor, que es como el crisol donde se purifica el oro, ve aprendiendo a mirarlo de frente y poco a poco, lo asumirás con serenidad»

La cruz será cruz siempre y por lo tanto siempre nos dolerá, así como nos duele la partida de un hermano. Feliz esta cruz que llevamos, nunca será suficiente porque en Cristo y María siempre podemos salir adelante, aunque a veces se haga un nudo en la garganta y nos asalte la duda ¿por qué a mí Señor? La cruz siempre será una hora de gracia y de bendición aunque en el momento no veamos nada claro.

Especialmente para nuestros matrimonios hoy la lección es más fuerte porque la han vivido de más cerca, pero estoy seguro que será un signo de bendición para muchos más que bajo el manto protector de María en el Oratorio encuentren el camino para una vida más plena. Por algo jesús dijo en el Evangelio .» Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto».

EN LOS UMBRALES DE LA CELEBRACION DE LOS 25 AÑOS DEL PRIMER DESAFIO:

El próximo 29 de Junio, junto con la celebración de los 24 años de nuestro Oratorio, comenzamos la celebración del Jubileo de los 25 años. Sin lugar a dudas que es una gran oportunidad que tendremos de renovar nuestro amor a María por todo lo que ha hecho en nuestro Oratorio. Como no le vamos a agradecer por lo que hizo con Daniel, quién ya estará seguramente gozando junto a nuestra Madre de la alegría eterna. La autoeducación no son puras palabras ni puras buenas intenciones, la Madre estará siempre con nosotros, siempre y cuando pongamos la parte que nos toca, nuestro respaldo humano, la lucha por nuestras metas. Daniel ya terminó de pedalear, pero a nosotros todavía nos falta mucho, o poco, no lo sabemos, pero tenemos que seguir luchando, conquistando un lugarcito en el Reino de Dios.

En medio del dolor por la pérdida que significa la muerte de Daniel, confiamos más que nunca en nuestra Madre, sobre todo para que nuestros matrimonios puedan dentro de sus posibilidades seguir este mismo camino de lucha diaria, lucha que no estará exenta de la cruz, pero que de todas maneras será un camino fecundo porque con María nunca quedaremos defraudados. En medio del dolor solo le decimos a María: MADRE QUEDATE SIEMPRE EN NUESTRO ORATORIO, NO TE ALEJES NUNCA.

 

P. Donetch O.

José de la Mariquina, 15 de Junio de 1995.-

 

MUERTE DE DANIEL HUENCHUMILLA.    

El 14 de junio de 1995 fallece Daniel Huenchumilla, en San José de la Mariquina. Pertenecía a un grupo de matrimonios. Llegó a Cristo por María en el Oratorio, fue su gran conquista y su gran lucha. No dejó de pedalear (su trabajo consistía en repartir leche en un triciclo), buscando afanosamente la autoeducación que le permitió alcanzar la una cierta plenitud de vida en Cristo y María.

MUERTE DE DON RENE URRUTIA

Otro regalo de conversión fue don René. Falleció el 14 de enero de 1987. El último tiempo de su vida, se dedicó por completo a la visita de enfermos en los hospitales. Don René, estando sumergido en una vida mundana y superficial, llegó a descubrir su vocación a la santidad dentro de nuestra Familia del Oratorio Mariano, donde fue dando grados de compromiso espiritual en su autoeducación, superando totalmente su tendencia al alcohol.

 

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La señora Marta vivió sus últimos años de vejez en un grado de conversión profunda, como miembro inicial de la Asociación Pública de Fieles recientemente aprobada por Mons. Bernardo Cazzaro, arzobispo de Puerto Montt, como futuro instituto secular femenino del Oratorio Mariano.

Nos impactó su júbilo, su entusiasmo, su chispa, su estilo de ser tan chilena, en esa estupenda modalidad que únicamente el Espíritu Santo puede alcanzar, de ser plenamente natural y plenamente sobrenatural a la vez.

Falleció el 18 de septiembre de 1991 víctima de un accidente automovilístico, cuando se dirigía a la Santa Misa. Anhelaba la santidad conscientemente. Se distinguió siempre por su sonrisa, sus chanzas, bromas y esparcimientos.

 

MARIA DEL VALLE HERRERA, MARIANA EJEMPLAR, FALLECE EL 11 DE DICIEMBRE DE 2018

Mary Herrera, una mujer excepcional y mariana ejemplar. Durante 20 años luchó contra el cáncer, especialmente los últimos 6 años. Nunca una queja, siempre alegre y ofreciendo sus sufrimientos. Con el padre Sergio eran socios en cargar la cruz. Cada vez que el padre visitaba La Rioja no dejaba de visitar a Mary. Nos ha dejado una vara muy alta y estamos seguros de que su vida ofrecida y entregada dará abundantes frutos. El 8 de diciembre de 2018 el padre Martín celebró la misa en su habitación, fue su última misa antes de partir a la casa del Padre. Le dijo al padre Martín al finalizar la misa, que ese era el día más feliz de su vida, mientras el cáncer consumía las pocas energías que le quedaban.

Meses antes de su pascua escribía lo siguiente: “Y ya pasaron 5 años de esta prueba tan tremenda. Pero aquí estoy aceptando tu santa voluntad. Agradeciendo tanto amor tal vez a veces no merecido. Pero solo tuyos son los designios y solo tú me amas con amor eterno. Solo quiero seguir llevando está cruz con alegría porque tú me sostiene día a día y eso ya me basta Señor.  En tus manos está mi vida”. 14-3-2018.

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NALDO AGÜERO, MARIANO EJEMPLAR, FALLECE EL 2008 EN MONTEROS

“El que aceleró primero”, durante muchos años fue chofer de colectivos, junto a su esposa Inés Carrizo iniciaron su proceso de conversión en los Encuentros Matrimoniales hasta que en el 2004 llegaron al Oratorio en la ciudad de Monteros e integró el grupo de matrimonios Arco de Iris de María. Un hombre siempre preocupado de sus hermanos de grupo, siempre colaborando y hasta el día de su muerte siempre participó activamente en su grupo, sin faltar jamás a las reuniones semanales. Partió raudamente a la casa del Padre un 8 de noviembre del 2010, era una operación que en teoría no era tan riesgosa, pidió la Unción y Comulgó en una misa en la gruta del Oratorio, no resistió la operación al corazón, ya estaba maduro para la Vida Eterna. El hombre que hablaba fuerte, como le decían en su grupo de autoeducación, porque era franco pero siempre respetuoso, nos dejó su huella imborrable en el Oratorio de Monteros.  Fue el primero de todos en vivir de manera ejemplar su vida en el Oratorio.

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HUGO BENÍTEZ, MARIANO EJEMPLAR, FALLECE EL 16 DE AGOSTO DE 2014

 “El obrero de la última hora”. En el último viaje que hizo a Chile, para las bodas de Oro del P. Sergio, fue también con Noemí y su hija Diana, en el viaje Diana le leyó un texto del evangelio según San Mateo, capítulo 20 los obreros que fueron contratados en la viña en distintas horas, y entonces él de manera muy ocurrente dijo “ese soy yo” “yo soy el obrero del Oratorio la última hora” y quedó con esa idea y cuando llegó a Santiago siguió repitiendo y en conversaciones con otras personas allá “yo soy el obrero de la última hora y voy a recibir la misma paga del P. Martín, él ha estado trabajando todo el tiempo, yo llegué a última hora, pero voy a recibir la misma paga”. Un hombre profundamente creyente, amante de su familia que había formado junto a Noemí su esposa. Misionero incansable, donde podía hablaba siempre de su fe y del Oratorio. Llegó a misionar 400 familias en Quines, que el transformó de pueblo polvoriento como había dicho el P. Martín en Tierra de María. El 30 de julio en medio de la Eucaristía tuvo un Ataque Cerebro Vascular y el 16 de agosto de 2014 partió a la casa del Padre. Su último acto consciente fue arrodillarse en la Consagración de la misa adorando a Jesús presente en la Eucaristía.

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BIOGRAFÍA DE MARTA GÁLVEZ LIRA

 PREPARADO POR SUS HIJAS, PARA UN HOMENAJE QUE LE HIZO EL ORATORIO EN EL AÑO 2008.

Marta Gálvez Lira nació en Concepción el 13 de Noviembre de 1922, hija de Salvador Gálvez Rojas y de Olga Lira Valencia, fue la tercera de cuatro hermanos. Su padre fue un gran académico y uno de los fundadores de la Universidad de Concepción. De hecho, en marzo de 2019 se conmemoró solemnemente, por parte de la Universidad de Concepción, la primera clase que se dictó en ese centro de estudios, por parte de Salvador Gálvez Rojas, papá de la Sra. Marta Gálvez. Su madre murió muy joven cuando ella tenía sólo 4 años.

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Al poco tiempo también tuvo una enfermedad larga, por la cual la tuvieron que traer a Santiago a la casa de su abuela materna, ese periodo para ella fue muy triste ya que se tuvo que alejar un tiempo largo de su casa. Como no mejoraba fue trasladada con una tía al Hospital de San José de Maipú, Cajón del Maipo. En este lugar permaneció por lo menos un año hasta que mejoró y pudo volver a Concepción con su familia.

Estudió en el colegio de la Inmaculada Concepción. Con la ayuda de una Madre religiosa, que le dio mucho cariño y apoyo, pudo salir delante de ese largo periodo de su  enfermedad. Como ella perdió a su madre muy niñita, esta Madre le aconsejó que adoptara como su madre a la Virgen María, cosa que ella hizo muy feliz, desde ese momento hasta estos días.

Durante el periodo de su adolescencia vivía en Concepción y los veranos se iban al campo de vacaciones con toda su familia, primas y amigos de su hermano, ella cuenta que ese periodo fue muy bonito y que lo pasaba muy bien.

Ella tuvo una relación especial con su único hermano hombre Raúl, pero lamentablemente, él murió terminando su carrera de medicina. Por mucho tiempo ella no lo pudo superar.

Conoció a Luis Curutchet Günckel Con el cual se casó y tuvieron ocho hijos Raúl, Mónica, Alfredo, Marta, Ana María, María del Pilar, José Miguel y Carolina. Desde que se casó se dedicó a su marido e hijos, este periodo fue de gran felicidad.

Se preocupó especialmente de educar a sus hijos en la fe católica, para que sean personas con valores e independientes.

En 1969 se trasladó toda la familia a vivir a Santiago, algunos de sus hijos mas grandes estudiaron en otras ciudades y otros se casaron. En éste periodo conoció al Oratorio Mariano a través de su hijo José Miguel, en cual ella participó activamente, transformándose en algo muy importante para ella.

Siempre ella rezó para que uno de sus hijos fuera sacerdote, cumpliéndose su deseo, ya que  José Miguel en la actualidad es sacerdote del Oratorio Mariano.

El 13 de Diciembre de 1986 enviudó, en esa época tenía a la mayoría de sus hijos casados, por lo cual todo su tiempo libre era dedicado a sus hijos, nietos y en forma especial al Oratorio, tejiendo, cosiendo, escuchando a las Hermanas y Hermanos y cooperando en todo lo que el Oratorio necesitara.

Así pasaron muchos años hasta el año 2000, tubo un derrame cerebral que la dejó en muy malas condiciones, pero con el tiempo se ha ido recuperando y sus días los dedica en forma especial a recibir a sus hijos y a las visitas que la quieren, a tejer diferentes cosas que pueda necesitar el Oratorio, a jugar al naipe y gran parte del día hace sus oraciones y reza rosarios, que los ofrece tanto a su familia, como al Oratorio y a todas las personas que se lo pidan.

Es muy importante destacar que en todo el periodo en que ella ha estado enferma y estando conciente de todas sus limitaciones, nunca se ha quejado de algún dolor, porque cada día que comienza, ella se lo ofrece a Dios y a la Madre.

BIOGRAFIA DE DOÑA MARTA GÁLVEZ

HOMILIA DE SU HIJO, EL P. JOSÉ MIGUEL CURUTCHET GÁLVEZ,

EN LA MISA FUNERAL DE LA SEÑORA MARTA GÁLVEZ

 SOBRE MI MAMÁ

 

El 13 de noviembre de 1922 nació en Concepción una niña frágil y tierna.

Como Dios prepara a los suyos en el desierto, a los 4 años perdió a su madre. Fue el momento de la noche oscura, donde Dios hace brillar la luz. Simplemente, sin conocer mucha teología, acogió para sí a la Madre que Jesús había dejado para todos nosotros en el momento de la cruz.

“Desde ahora, tú serás mi Madre” le dijo a la Virgen María rezando un día y la Virgen no la abandonó jamás.

Creció en ese hogar sin madre, con un papá todo un profesor, de los que escriben libros, investigan y asumen responsabilidades, ya sea como Director del Instituto Comercial o como uno de los fundadores de la “U” de Concepción y sus 3 hermanos: 2 mujeres y un hombre.

Ella se sentía más unida a su hermano, que resultó ser un excelente estudiante.

Un hombre destacado desde el colegio y luego en sus estudios de medicina en la “U”.

Dios también lo llamó para sí. Ella siguió sola.

La vida, que sabe de dolores y soledades también sabe de amores. Se enamoró. Un hombre venido del Sur, le robó el corazón. Su nombre Luis Alberto Curutchet Gunckel, nuestro papá.

En su Concepción natal, solemnemente, se celebró el matrimonio que los unía hasta que la muerte los separaría.

Dios les bendijo con 8 hijos vivos. Antiguamente no todos los hijos sobrevivían al embarazo. Hoy es menos común. Así, fueron adornando este hermoso jardín: Raúl, Alberto, Mónica del Carmen, Luis Alfredo; Marta de las Nieves; Ana María; María del Pilar; José Miguel y María Carolina

A todas sus hijas mujeres les puso el nombre de esa Madre María, la Madre de todos los hombres, a quien ella tanto quería.

Un hogar muy feliz. Los niños se organizan casi solos. Los más grandes ayudan a los más chicos y hasta se dan el lujo de adoptarlos como  hijos.

Nuestra familia no fue la excepción. Especialmente los dos mayores, que sus primeros años de juventud, trabajaron para que nosotros, los más pequeños pudiéramos estudiar, alimentarnos y vestirnos.

No es fácil un hogar con tantos hijos. El dinero, siempre esquivo, cuesta conseguirlo. Nuestro papá era comerciante. Nunca tuvo muchos medios.

Pero, ¡no olvidar el refrán popular!: “Los hijos llegan con marraqueta debajo del brazo”

Vivimos “con lo puesto”, pero nunca nos faltó. La Divina Providencia permitió que nuestro abuelito materno, ese hombre tan trabajador y abnegado de la ciencia y la educación, fuera también un hombre de ahorro. Su herencia permitió que nuestro pequeño batallón pudiera vivir.

Conocimos los tiempos de las “vacas gordas” y de las “vacas flacas”. Inolvidables son nuestros pasos de niños en Concepción, en pleno centro, a cuadra y media de la plaza de armas y la Catedral.

Las idas al cine, al negocio a robar dulces, aprendiendo a andar en bicicleta, jugando en la calle Exeter y la misa dominical.

El Sagrario o la Catedral misma, vio cada domingo a este pequeño batallón, participar de la Eucaristía. Mamá, papá y los 8 “tranquilos” niños. No recuerdo si nos acompañaba la Cuca, nuestra tía abuela. Me imagino que no seriamos la única familia numerosa, en esos tiempos.

Y, del manjar del cielo, al de la tierra. ¡Qué gozo teníamos al comer los helados con galletas! los domingos.

¡Cómo olvidar que éramos tan felices con cosas tan simples! Jugábamos tanto: ¡cuántos matrimonios hubo en nuestro  hogar, cuando yo, como el sacerdote de la familia (con 7 años) casaba a mis queridas hermanas, una y otra vez!  Juegos de muñecas, de pistoleros, de fútbol, etc.

Bueno, hay que hacer honor a la verdad. No todos nuestros juegos fueron tan sanos: también hubo incendios, cigarros, pitanzas a los taxis que llegaban a nuestra casa mientras nosotros nos escondíamos bajo las camas y otros.

El alma de nuestro hogar era tú, mamita linda.

El año 1968 estuvo marcado por los problemas económicos. Nos estafaron. Lo peor de todo, un familiar.

No  es difícil pensar que en ese momento se desarrolló en forma plena tu gran inteligencia práctica, que con los años permitió que la familia tuviera holgura.

Ya habías construido nuestra casa en pleno centro de Concepción. 3 Departamentos con 2 locales comerciales.

Ahora había algo que hacer. Fue un quiebre radical. Nos trasladamos a Santiago, la gran ciudad, de micros llenísimas y ritmo agitado. Un mundo nuevo.

Seguiste con tu senda para nosotros: nos pusiste nuevamente en buenos colegios, donde la fe era esencial.

La parroquia: en realidad no quedaba muy cerca, ya no era ni la Catedral ni el Sagrario. Todo estaba a trasmano.

Seguramente sufriste mucho al ver que la asistencia de tus hijos a la misa dominical empezó a enfriarse.

Tú y el papá, siguieron invariablemente asistiendo todos los domingos a las 10:00 de la mañana a la parroquia Santa Marta.

Santiago, una gran ciudad, con hijos adolescentes, adultos y los 3 más chicos. Sin dudas fue un cambio radical. Había mucha  dispersión.

Tu método fue interesante. Nos educaste en una escuela con muchos elementos:

  1. La confianza: siempre confiaste en que andábamos por buenos caminos.
  2. La libertad: siempre sentimos mucha libertad para nuestra vida cotidiana.
  3. Mucho calor de hogar: el centro de nuestro “calor de hogar” era la pieza de nuestros papás. Todos los días, a medida de que íbamos llegando a la casa, esa pieza era un imán irresistible. Quizás, el paso anterior era la cocina. Preparar algo, para ir a compartirlo en ese pequeño nido. Horas de conversación y cariño.

Cuando más pequeños, nos entretenías con tus cantos con la guitarra. Canciones del folclore chileno, las aprendimos de tu voz, tu alma, tu talento.

Aunque nunca te vi leer tanto nos enseñabas historia. Nos llamaba la atención tus conocimientos, sobre todo de la historia de Chile. Nos enseñaste valores de nuestras raíces chilenas.

  1. Los principios de nuestra fe, eso sí que querías enseñarlos. Los hiciste con el ejemplo y con las palabras de la sabiduría maternal.

La carga no era fácil. Recuerdo que cuando llegaba la Navidad, había muchos regalos para cada uno. Eran muy sencillos, pero varios. Eso significaba en la práctica que tenías que hacer una larga lista, donde los regalos eran asignados equitativamente. Conseguir encontrar esa lista era un verdadero trofeo, que todos nosotros aspirábamos a descubrir (unos más que otros).

Buscando esa famosa lista me encontré en un cajón con un papel escrito por tí. Decía: “no soy feliz”.

Fue doloroso, aunque no era difícil saber que tu vida era muy dura. Eran muchas cosas que no vale la pena mencionar.

Poco tiempo después, ocurrió algo importante en la familia. Los 3 mayores tuvieron que partir. Matrimonio y estudios lejos del hogar.

No me di mucha cuenta la cantidad de horas que conversábamos. Allí te conocí más claramente. Me regalaste tu alma y tu corazón Yo te regalé el tesorito que había conocido, que sería el amor de mi vida: el Oratorio Mariano.

¡Cómo fuiste conociendo conmigo esa Obra de Dios! Todo te interesó. La autoeducación, el cambio de vida, la vida espiritual, la caridad.

Muchas veces he pensado que la primera hija espiritual que Dios me regaló en la vida fuiste tú, mamita linda.

Todo lo maravilloso que ya tenías desde niña, como que se ensanchó.

Si tu corazón era grande, ahora se hizo más grande, muy grande. El amor de Dios, que crecía en tu Oratorio, hizo nido en tu corazón noble. La espiritualidad del Oratorio pasó a ser algo cotidiano, eso de lo que hacemos todos los días: misa diaria, la bitácora, el rosario, ADP, lectura espiritual, los saludos de la mañana, mediodía, atardecer y noche, etc.

Querías que el mundo conociera la autoeducación mariana.

Empezaste por Quilicura. Por años te vimos partir una vez a la semana para enseñar en los Centros de Madre. ¡Admirable sentido de la caridad! Pero, con la Madre en tu corazón, ya no hubo más fronteras. Mientras las demás voluntarias enseñaban manualidades, tú empezaste a formar los primeros grupos marianos de señoras, que tuve el gusto de conocer.

Terminaste formando los primeros grupos marianos en Águila Sur, cuando ni soñábamos ser los Pastores de esa parroquia.

De  repente, te transformaste en una MAMÁ con mayúscula.

Todo lo miraste con los ojos de la Virgen María en Caná. Todo lo quisiste ayudar.

Los Hermanos y Padres del Oratorio, todos fueron recibiendo de ti, cuánto podías ayudarlos. Las Hermanas, para que decir: eran tus ojos. Las amaste como una gallinita cuida sus pollitos. Fuiste una mamá de esas pequeñas Comunidades que empezaban.

Después, las Obras del Oratorio. Toda nuestra familia se acostumbró a llevar esos sacos de ropa para la Parroquia de Puerto Montt. Eran tantos y con tanta frecuencia que ya ni siquiera se atrevían a cobrar en los buses Cruz del Sur.

El Oratorio se acostumbró a verte doblando la esquina de Vergara con Sazié para participar de todas las actividades, pero es inolvidable verte siempre cargada con muchas bolsas: ropa, comida, etc.

Toda esta actividad estaba 100% integrada al quehacer de la familia. Te multiplicaste para estar con todos, para escuchar a todos: hijos y nietos. Siempre presente. Siempre maternal y solícita.

Con tanta actividad, el nombre de Marta fue realmente profético, salvo por un detalle. Fuiste lo menos dispersa del mundo. Fuiste Marta y María al mismo tiempo. Las palabras de nuestro Señor: “Marta, Marta, tú te inquietas y te preocupas por muchas cosas. En realidad, una sola es necesaria María escogió la parte mejor, la que no se le será quitada” me hacen recordar las miles de veces que te veíamos con esos lentes grandes, rezando, o participando diariamente de la Santa Misa. Sin duda, elegiste “la parte mejor”. Te acostumbrarte a rezar, para estar con Dios y la Virgen y para interceder por tu prójimo. Recuerdo que no había dolor espiritual que no recibiera de tu parte la promesa de rezar por esa intención. Pero no era una oración cualquiera. Prometías rezar las “mil Ave Marías”, que cumplías diligentemente, muchas llegando a las dos mil Ave Marías. Tanta era tu generosidad. Esto una y otra vez.

Fuiste la primera laica (no Consagrado o Consagrada) que diste tu Tercer Grado de Jefes, el último Grado de compromiso en el Oratorio.  Se asemeja a las promesas definitivas que hacen los Religiosos. Tú lo hiciste en forma tan natural. No te consagraste como religiosa contemplativa solamente porque sabías que tu familia te necesitaba. Pero nuestra querida Madre te concedió el don de dar el último suspiro de esta vida en la casa de las Hermanas Contemplativas, dentro de su Clausura. Fuiste una Consagrada, viviste en forma Consagrada y, ¡qué delicadeza de Dios! Pasaste de este mundo a la Vida Eterna en ese lugar Consagrado, que tú amaste tanto.

El Oratorio que conociste de tu hijo adolescente, maduró con él. Pero fue mucho más. Te hiciste pobre. Teniendo tanto abriste las manos para quedarte solo con lo esencial. Todo lo dabas.

Tu filialidad al Padre Fundador, Padre Sergio, fue el de una hija que descubrió que Dios le regalaba un padre santo. Uno que podría llevarla por caminos de santidad. Llena de fe lo seguiste. No te equivocaste.

En nuestra casa siempre hubo sacerdotes amigos. El Padre Sergio jamás entró en esa categoría. Él fue el padre, el que da la vida de Dios. El Pastor, el Guía, Faro que ilumina.

Después vino la Familia del Oratorio, que fue tu familia: jornadas, misas, campamentos, actividades de todo tipo. Con la señora Helga eras la encargada de alegrar esos campamentos de señoras, tan hermosos. Juntas se ponían esas pelucas para amenizar el “Informativo de la tarde”, con todas las noticias del día. Carcajadas, risas, humor, alegría. ¡Qué lejos había quedado ese famoso papelito con la frase: “no soy feliz”!

Cuando arreció la incomprensión hacia el Oratorio y todo lo nuestro estaba en peligro, fuiste tú la elegida para que nuestros bienes, especialmente lo más preciado, nuestra casa del Oratorio Central, quedaran a tu nombre. Fuiste como San José: guardiana del lugar donde nuestra Madre aceptó venir a quedarse en su imagen, para ser la Madre del Pueblo. No faltaste a esa confianza.

Y vino la viudez. El Señor llamó al papá. Ya estaba preparado. Tú lo ayudaste a prepararse. Lo convertiste en el cómplice de tus acciones de caridad. Él te siguió y también se hizo grande, en lo pequeño. Lo recuerdo haciendo miles de nudos para unir los trozos de lana que luego se convertirían en las famosas frazadas. Sufriste su separación, pero eso no te quitó tu ímpetu por hacer mucho más.  

El año 2000, este árbol apellinado, se desplomó. Varios infartos al cerebro. Te vimos prácticamente, como dice la gente “al otro lado”.

Creo que el sentimiento de todos fue: “Gracias, Señor, gracias Madre, por la mamá que nos diste”. ¡Qué más podemos pedir! Hoy decimos lo mismo.

Pero la Vida Eterna tendría que esperar un tiempo más o menos largo.

¿Por qué? No lo sabemos. Son así los  caminos de Dios.

Sin embargo, afloró una faceta preciosa de tu personalidad, que fue creciendo en estos años: una dulzura infinita.

Es imposible no recordar la alegría de vernos a su familia y a todos los que la visitaban. Era una sonrisa desde el corazón.

Seguiste siendo el “motorcito espiritual” de la familia. Buena para rezar. Cada misterio de tus muchos rosarios tenía sus destinatarios. Finalmente, en tus últimos días, tus manos juntas se hicieron una sola cosa con el Rosario. Ya no dejaste de estar unida a tu amado Jesús y a tu amada  Madre María, todo el tiempo.

Aunque casi no escuchaba, todo lo sabía. Nos leía el alma. Callaba y rezaba. A veces también hablaba.

Siguió tejiendo: salieron de su manos muchísimas frazadas, zapatos para niños y grandes, gorros de lana, rosarios por miles para las misiones, etc. El mejor regalo, el que más la alegraba: la lana. Era como la materia prima para un corazón que nunca se cansó de amar.

Su conversación era profunda y, a la vez, llena de humor.

Nunca olvidó todos los detalles de cada uno de sus hijos, nietos, bisnietos.

Un día te pregunté si te aburrías. Tu respuesta fue taxativa: NUNCA. Me cuentas todo lo que hacías: rezar, tejer, jugar al naipe. Un mes después me dijiste que se te había olvidado algo. Entre todas las personas por las que rezabas (que eran muchas) también lo hacías mucho por nuestro papá.

Quisiera decirte, por último, que siempre te he admirado. Que muchas veces, cuando tengo que hacer algo, te he mirado a ti, como un ejemplo, al que debo imitar.

Cuando empecé a trabajar apostólicamente, estaba tan acostumbrado a tu generosidad, que pensé que todas las personas que tenían más, serían generosas también. ¡Qué porrazo más grande! Aún no he conocido a ningún laico con la forma de dar como tú diste y  eso que he conocido a mucha gente generosa, que con mucho o con poco han ayudado tanto. Fuiste la viuda pobre, de la que el Señor dijo: esta mujer ha dado más que todos los demás, porque lo ha dado todo.

También creo que como familia, ninguno de nosotros te hace siquiera sombra, yo mismo incluido. Tu vida fue muy elevada. Nos dejas una alta vara. Pero con tu oración desde el cielo, tenemos esperanza de cambiar y volvernos más buenos, más santos.

Mamita, no te olvides de interceder por todos nosotros.

Ahora te llegó el turno a ti, de gozar con Dios, con la Virgen y los santos en el cielo. Tu rostro en esa urna se ha vuelto tan hermoso, que ya podemos vislumbrar lo que es mirar a Jesús y a la Virgen “cara a cara”. Ya nos encontraremos y será para siempre.

Hasta pronto mamá, la vida pasa rápido.

Tú siempre serás la estrella que conduzca el camino. Jamás te olvidaremos.

Estoy seguro que Dios te va a ir mostrando más de lo que todos nosotros podamos pensar.

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JORGE EZQUER, MARIANO EJEMPLAR, FALLECE EL 25 DE SEPTIEMBRE DE 2014

“El peregrino a Nazaret”. Jorge había fracasado en su primer matrimonio y conoció a Josefina Kwater con la cual vivió en pareja. Esta situación les producía mucho dolor a ambos porque no podían acercarse e la Comunión eucarística. Junto a Josefina iniciaron un proceso de maduración en su fe y participaron en el Movimiento Camino a Nazaret que ayudaba a parejas que vivían en situación irregular. Fruto de este discernimiento Jorge y Josefina decidieron vivir su vida en perfecta castidad. Así de este modo pudieron nuevamente acercarse a la vida sacramental, Confesión y Eucaristía. Jorge llegó al Oratorio por medio de Josefina y participó en el grupo “María, formadora de caminos”. Tenían una vida eucarística frecuente además todos los jueves en la madrugada hacían Adoración al Santísimo en la capilla del Hospital de Niños. Su último mes de vida fue intenso, fue al Tinkunaco Internacional en Córdoba en septiembre del 2014, fue a la Radicación del Oratorio de Monteros el 24 de septiembre, ese mismo día fue a la procesión de la Virgen de la Merced en Tucumán, el 25 en la madrugada fue a su adoración al Santísimo, ese día al mediodía sufrió un ataque cardiaco fulminante. El peregrino a Nazaret había terminado su vida de la mano de María.

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HELGA GUERRERO, CRISTIANA EJEMPLAR

CONSAGRACION DE SRA. HELGA GUERRERO, 2001

 La tarde de ese mismo día de la peregrinación a María Reina, sábado 3 de noviembre, se realizó el Tercer Grado de Jefes, último Grado que se da en el Oratorio Mariano, y que corresponde a una consagración de por vida al Movimiento.

La Sra. Helga Guerrero de Baginsky, que participa en el Oratorio Mariano desde el año 1976, puedo consagrarse, en forma laical, a nuestra Madre, la Stma. Virgen, por medio del Movimiento Oratorio Mariano.

FALLECIMIENTO DE LA SRA. HELGA GUERRERO DE BAGINSKY

El jueves 11 de abril  de 2013 falleció en su casa la Sra. Helga Guerrero, una antigua mariana del Movimiento de San Saturnino.

Fue una santa mujer, madre de seis hijos, entre ellos Bernardo, que tanto ha ayudado a nuestro Oratorio. Hizo su Tercer Grado de Jefes. Fue asesora y mantenía el Oratorio que está en San Saturnino.

Después de muchos sufrimientos falleció rodeada de sus hijos y con el auxilio de los Padres y Hermanas del Oratorio. La acompañó su familia y gran cantidad de miembros del Oratorio. Fue una fiesta para todos.

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AIDA REYES, MARIANA EJEMPLAR, FALLECE EL 7 DE SEPTIEMBRE DEL 2018

“La del Rosario en la mano”. A los 97 años nos dejó la Sra. Aida, tucumana hasta los huesos, alegre y pícara en el buen sentido de la palabra. Estar al lado de ella era una fiesta, imposible no reírse de sus respuestas siempre oportunas. Una mujer que transmitía paz y dulzura. Había enviudado hace muchos años y dedicaba gran parte de su tiempo a la Legión de María y al Apostolado de la oración. Llegó al Oratorio de la mano de su amiga de toda la vida, doña Gringa Nobile y pasó a formar parte del grupo María formadora de caminos. A pesar de sus muchos años, si su salud le permitía participaba en las reuniones de los jueves. Alegre y entusiasta, optimista, siempre con la palabra y el consejo oportuno. Gran amante de la Virgen, no dejaba su Rosario, todos los días rezaba los cuatro misterios, rezadora incansable y partió a la casa del Padre después de haber estado en la Radicación del Oratorio de Tucumán. Nuestra Madre se la llevó el 7 de octubre de este año, como no podía ser de otra manera, el día en que la Iglesia celebra a la Virgen del Rosario, a su hija que llevaba siempre el Rosario en la mano.