PADRE SERGIO MENA, NUESTRO FUNDADOR

 Pequeña biografía.

Nacido en Santiago de Chile el 16 de julio de 1937, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, el Padre Sergio Mena González fue el sexto de nueve hermanos, fruto del matrimonio de Ismael Mena Rivera y Raquel González Förster. La fecha de su nacimiento ya hacía presentir al pequeño niño una elección divina de la Virgen sobre su vida. También ayudaba en ello el hecho de que en su familia se respiraba una sana religiosidad, pues su madre, de sólida fe, provenía de una familia en la que había sacerdotes y religiosas.

En marzo de 1953, siendo adolescente, el P. Sergio ingresa al Movimiento Apostólico de Schöenstatt (fundado por el sacerdote alemán José Kentenich), frecuentando el Santuario de la Mater Tres Veces Admirable en Bellavista, La Florida, Santiago de Chile. El 23 de abril de 1954 siente el llamado a ser sacerdote y decide seguirlo, haciendo la Alianza de Amor con la Virgen el 1 de noviembre del mismo año. Es así que en abril de 1956 entrará al Noviciado de los Padres Pallottinos (Congregación Misionera fundada por el sacerdote italiano San Vicente Pallotti) en la localidad de Pirque, Chile. En ese noviciado se formaban, en ese entonces, los sacerdotes schöenstattianos.

Allí decide servir al Señor y a la Virgen, y dirá: “Hasta las últimas consecuencias, pero nunca fuera de la Iglesia” (Paso de Pirque, 23 de abril de 1956).

En 1957 comienza sus estudios en Brasil, en el seminario de los Padres Pallottinos de la ciudad de Santa María, volviendo a Chile para ser ordenado sacerdote por el Cardenal arzobispo de Santiago, Monseñor Raúl Silva Henríquez, el 28 de junio de 1964. Su apostolado estará dedicado especialmente a la formación de grupos juveniles en poblaciones populares de la periferia santiaguina. En 1966 tendrá que partir a Suiza, Friburgo, para licenciarse en teología, de donde volverá en 1968. En ese período de discernimiento interior por su acercamiento a los barrios pobres brasileros, alcanza a visitar al Padre José Kentenich, en el año 1965, con el que podrá conversar y se irá vislumbrando un nuevo carisma en su apostolado sacerdotal.

La fundación del Movimiento

Frente al sentimiento de una llamada especial por el trabajo con los más pobres, el Padre Sergio siente que debe invocar a la Santísima Virgen, bajo la advocación de la Madre del Pueblo con una imagen propia, que tome posesión de los grupos ya constituidos. Así es como el 29 de junio de 1971, en el contexto de su séptimo aniversario sacerdotal, llama a la Virgen con palabras que atarán un Desafío fundándose el Oratorio Mariano Madre del Pueblo: “Querida Madre: te ruego que te establezcas acá, que derrames tus gracias especiales (léase: así como en Schöenstatt y en Pompeya, así como en Lourdes y Fátima…) como Madre del Pueblo. Pero el día en que no haya ningún grupo mariano que se esfuerce por su autoeducación, entonces te pido que te vayas del Oratorio, porque ya no tendrá razón de ser que te quedes con nosotros”. (Para eso están los otros santuarios marianos). Ese mismo día nació el himno del Oratorio que resume la vivencia de los años anteriores en búsqueda de fidelidad al Señor.

Al recordar con cariño al P. Sergio Mena, no podemos menos que alegrarnos por este gran don que Dios nos ha regalado; este enviado suyo para ser nuestro Guía, nuestro Fundador y más que eso: nuestro Padre. Desde su vocación, reconocemos esta estrecha unión a la “Madre” que lo movió para dar un sí demasiado profundo. Estaba llamado a una gran tarea: ser un gran protagonista dentro de la Iglesia y dentro de las propias vidas de cada uno de nosotros. Con toda seguridad, resulta inconcebible el curso que ha tomado nuestra vida hasta hoy, si no fuera porque hemos encontrado a la Madre en el corazón del Padre Sergio.

Gracias Padre Sergio por su sí pronto y generoso. Porque fue fiel al rumbo que Dios le trazó. Llegaremos a Cristo, el puerto seguro, si ponemos a María como timón de nuestras barcas, Ella nos llevará amorosamente al puerto de la santidad.

 

TESTIMONIO DE PATRICIO MENA GONZALEZ AL CUMPLIRSE 40 AÑOS DE SACERDOCIO DE SERGIO MENA, 28 DE JUNIO DE 2004

. . . . Sergio fue un niño alegre, juguetón como todos los niños. Muy limpio de alma. También hacía travesuras para el deleite de sus hermanos mayores y la desesperación de la mama que lo cuidaba. Fue el sexto en llegar en una familia de 9 hermanos. Obviamente cuando se es el sexto ya no existen cuidados especiales. Hay un problema más bien de supervivencia dentro del clan. El sabía sobrevivir. Tenía fortaleza o más bien fue desarrollando un carácter y un espíritu independiente que lo hacía tener un lugar propio labrado naturalmente, sin esfuerzo especial.

. . . . Los partidos de fútbol en el patio de la casa de la calle Pocuro incluían a los amigos de los hermanos mayores y por supuesto también a los hermanos menores, el caso de Sergio, junto a alguna hermana y sus amigas. Sergio sabía encontrar un espacio dentro de ese griterío además de los pelotazos que ponían en riesgo la integridad de los vidrios de la casa.

. . . . Ahí creció el P. Sergio. Una niñez normal. Con un Papá trabajador que sabía enseñar trabajando, nunca exigiendo de palabra, pero sí con el ejemplo. La mamá, una madre inteligente y prudente acogía a todos sus hijos con mucho cariño. El P. Sergio gozó de ser parte y crecer en una familia normal de nueve hermanos donde hay padres unidos en matrimonio que jamás discuten frente a sus hijos sus diferencias. Si las había no las conocimos.

. . . . El P. Sergio fue especialmente querido de su madre. Ya en la adolescencia se le vio incorporarse a los grupos de Schoenstatt. Se le veía levantarse muy temprano yendo a la Capillita del Santuario. Era algo que no comentaba, parecía como un secreto que él guardaba celosamente y no comunicaba a nadie. No sé si a la mamá. No conozco cómo fue ese enamoramiento de la persona de Cristo, pero sospecho que mucho tuvo que ver su profundo amor a esa maravillosa mujer que es la Madre del Señor, la siempre Virgen María, Madre del Señor y Madre nuestra desde que fuimos encargados a Ella durante el sacrificio de la Cruz.

 . . . . Un día de verano, tal vez en el mes de Diciembre, terminados sus exámenes escolares, en el año que terminó su enseñanza secundaria, supimos que sentía una vocación hacia el sacerdocio. El respondía positivamente al llamado del Señor, quería ser sacerdote. Mi padre nos llamó a los dos hermanos mayores y a su Padrino de Bautismo, junto al Director Espiritual de Sergio para que diéramos nuestro consentimiento fundado ante la decisión de un menor de edad, tenía 18 años. En esa época se llegaba a la mayoría de edad a los 21 años.

. . . . A mí no me cupo la menor duda de que si Sergio había descubierto su vocación sacerdotal eso sería correspondido con su vida. Todos fueron opinando. Mi padre se reservó su opinión. Pocos días después Sergio partió a vivir su noviciado en una casa de Pirque junto a un grupo de alegres muchachos decididos a entregar todo por la causa de Cristo. Lo visitábamos periódicamente y lo encontrábamos contento. Esa alegría que es la felicidad que se puede encontrar en este mundo, la dicha de prepararse para enseñar a lavar los pies del prójimo. Un día partió a Brasil a continuar sus estudios sacerdotales.

. . . . Pasaron los años y otro día nos encontramos en su ordenación sacerdotal y en su primera misa que celebró en la capilla de su colegio, el Saint George´s, en ese entonces en la calle Pedro de Valdivia frente a la calle Pocuro. Tengo su fotografía en mi escritorio. Está alzando la hostia consagrada por él en la persona de Cristo, en sus manos el cuerpo y la sangre de Jesucristo Nuestro Señor, alter Christus, otro Cristo, y lo que es más, ipse Christus, el mismo Jesucristo que realiza el prodigio en todas y cada una de las Misas, y él , Sergio, tiene ese inmenso privilegio de actuar como Su ministro.. . . . A medida que pasan los años, ese llamado, esa vocación, sigue correspondiendo con la misma mirada llena de amor. Siempre lo tengo presente mirando a su Señor con devoción, con una mirada de entrega total.

. . . . Y después: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura»: el Oratorio Mariano.

Este Domingo 16 de Julio, solemnidad de nuestra Señora del Carmen, celebramos en María Reina, Chile, con mucha alegría un nuevo aniversario del cumpleaños de nuestro Padre Fundador. Si el Padre Sergio hubiera estado entre nosotros, habría cumplido 86 años de vida y como familia Mariana no podíamos dejar pasar esta oportunidad para agradecerle a Dios la vida de nuestro Fundador y su ejemplo que nos sigue acompañando en nuestro Oratorio.

La celebración comenzó con la Santa Misa en la casa del Padre Sergio, la cual fue presidida por el Padre Germán. Después de la Santa Misa, tuvimos una alegre procesión hacia el cementerio, animada con cantos y con el rezo del Santo Rosario.

Llegaron cerca de 50 peregrinos: los Matrimonios del Oratorio Central Chile, Marianos de Maipú y de la Parroquia de Hospital y los consagrados. También hubo una activa participación de los niños, quienes ayudaron a llevar las imágenes de la Virgen del Carmen y la foto del Padre Sergio.

Junto a la tumba de nuestro Fundador, cantamos y rezamos a nuestra Madre Santísima pidiendo la gracia de la fidelidad y santidad para toda la Familia. La celebración concluyo con un alegre y fraterno compartir en la casa de Retiro. Le damos gracias a Dios y a nuestra Madre del Cielo por seguirnos reuniendo entorno a nuestro Padre Fundador, y le pedimos que su ejemplo nos siga animando a arder en el mismo fuego, para buscar alegremente la Santidad.

ENTREVISTA PADRE SERGIO, COLOMBIA